Lucyna Sroczynska es la responsable de inspección educativa de la histórica ciudad de Gdansk, la cuna de Solidaridad. A Lucyna la han fusilado en los medios occidentales por pedir a los colegios que no se celebre en ellas la Fiesta de Halloween. Dice que tiene tintes demoníacos. Estoy totalmente de acuerdo. Si hay una marca de Satán, un tipo muy inteligente, es frivolizar la muerte, esconder la muerte.

El Botero influye en los grandes escritores progres y les hace vomitar elegantes estupideces, tales como "lo que nos asusta es el dolor, no a la muerte". Si fuera cierto, constituiría signo evidente de superficialidad, porque el hombre inteligente teme más el vértigo de la nada que el dolor. Y el animal ni concibe la náusea metafísica.

A un segundo grupo, se le atrae por el morbo. Ya lo decía Lewis: A Belcebú le satisface lo mismo un materialista que un hechicero. Obsesionarse con la muerte, con los espíritus es moda en el momento presente. No sólo por el auge de las sectas satánicas o las profanaciones de cementerios, cada vez más habituales, sino también por algo de apariencia más inocente, como los juegos de la Ouija, donde opera el principio de que la magia existe pero la magia blanca sólo existe en las historias de Harry Potter. El Día de Difuntos es muy propicio para iniciarse en lo mórbido.

Para los más, la técnica demoníaca es la que preocupa a Lucyna, por habitual: se trata de banalizar la muerte. En lugar de rezar por nuestros muertos, dulces y disfraces para olvidar lo inevitable. Es la marca de la sociedad actual: engañamos a los agonizantes sobre su próximo fin, mentimos a los enfermos o prometemos un cielo que consiste en fusionarse con el universo, a la manera de David el Gnomo, algo que a mí me produce una angustia peor que la nada: la angustia de la nada cursi, del panteísmo de opera bufa. Es decir, al modo Al Gore.

Comprendo a Lucyna: Halloween queda demasiado lejos de esa muerte cristiana, la que describía Martin Descalzo:

Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com