Varias preguntitas:

Si la flotilla para la libertad, nueva atracción turística de Oriente próximo, pretendía ayudar a los habitantes de la Franja de Gaza, controlada por Hamas, ¿por qué razón no desembarcan en Egipto y atraviesan el paso de Rafah?

Y ya puestos, ¿por qué Egipto tenía cerrado dicha entrada para facilitar la ayuda a sus hermanos de Hamas? A ver si va a resultar que los egipcios tampoco se fían de Hamas.

Si se trata de ayudar a la población civil de Gaza y no a los terroristas que les gobiernan, ¿qué más da quién reparta la ayuda? ¿Qué más da pasar por los controles israelíes para quien no quiere que se abastezca de armas a Hamas?

Si no se trata de facilitar armamento, logística y oportunidades de atentar a los milicianos para que asesinen gente en Israel, ¿por qué esa mismas asociaciones, incluidas el Gobierno turco, no condicionan a Hamas a alcanzar a un acuerdo de paz a cambio de esa ayuda humanitaria?

¿Por qué las flotillas y los muy filantrópicos occidentales del movimiento de ayuda a los palestinos, no se centran en ayudar a los habitantes de Cisjordania, mucho más moderados y única esperanza del Occidente libre para lograr una paz estable en Tierra Santa? ¿Por qué su ayuda se centra sólo en Gaza, controlada por Hamas, que no quiere la paz sino aniquilar hebreos?

Dicho esto, lo cierto es que Benedicto XVI, un hombre con un corazón mucho más grande que el mío, ha asegurado, en el avión que le trasladaba a Chipre y en contra de mis pérfidas sospechas, que no hay que culpar a los turcos del asesinato de monseñor Luigi Padovese.

Es decir, que Benedicto XVI actúa a lo cristiano, con heroísmo de santo, con un coraje sin límites: el que se necesita para no dejarse llevar por la ira y para buscar soluciones y no culpables. O sea, con el método de Cristo, el de la Divina Misericordia. ¡Joé lo que cuesta!

No sólo eso, El Vaticano considera que Israel debe terminar con el bloqueo a Gaza. Aún más, aunque todo el mundo sabe que lo ocurrido no ha sido más que una provocación del tontipacifismo occidental y que, en especial, el Gobierno turco del amigo de ZP, mister Erdogan, está detrás del numerito que ha costado la vida a una decena de personas, Benedicto XVI, que no tiene ejército que le proteja, tiende la mano al perdón y al acuerdo. Benedicto XVI ya viajó a Turquía, y tuvo que soportar que el venenoso pinchaúvas de Erdogan hiciera mohines para no recibirle en el aeropuerto, como es preceptivo ante la visita de cualquier jefe de Estado. ¡Lo que hay que aguantar si eres Papa!

Tiende la mano el Papa a musulmanes y judíos, a pesar de que la política anticristiana del régimen de Jerusalén y de que el patriarca latino recuerda que siguen siendo Iglesia de Calvario.

Y el Papa tiende la mano a sus enemigos en Chipre, una isla de cristianos masacrados por los musulmanes turcos desde hace décadas, justo cuando el patriarca ortodoxo Crisóstomos II revela el verdadero rostro del Régimen de Ankara: pide ayuda al Papa contra la profanación turca de templos.

Es un hombre, sin ejército, con la sola fuerza de la gracia y de la palabra, enfrentado a musulmanes, israelíes y lo que es peor: a los progres occidentales. ¡Qué tío!

Contra todos ellos, Benedicto XVI ha dejado claro que al cristiano sólo puede echar mano de dos armas: la gracia de Dios y la palabra. Son las armas más poderosas que existen pero sólo muestran su eficacia cuando las utiliza un maestro en el sublime arte de la confianza en Cristo. De otro modo, ¿cómo explicar lo que está ocurriendo en Israel, en Gaza, en Turquía y en Chipre?

He hablado de los distintos enemigos: musulmanes judíos, progres occidentales Se me ha olvidado los chinos e indios, esto es, los panteístas, cuya diversión última parece ser el anticristianismo. Pero me he olvidado del más mortífero y venenoso de los enemigos a los que se enfrenta el Pontífice: a la quinta columna de digámoslo finamente, pequeños cabrones, que, desde dentro de la Iglesia tratan de destruir el Reino. Me consta que es el enemigo más pegajoso y mortífero, y el que más preocupa Benedicto XVI. Su famoso discurso en Fátima sobre la necesidad de conversión de los cristianos y su exposición de que el mal está dentro, no fuera, así lo demuestran.

Pero insisto: basta con que le apoyemos: el puede con todos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com