Sr. Director:

La ministra de Sanidad acaba de presentar ante los medios el borrador del anteproyecto de Ley de Reproducción Asistida. El borrador de la nueva Ley prevé que los padres cuyos hijos padezcan alguna enfermedad rara podrán concebir otro hijo, seleccionado genéticamente, para intentar salvar al primero. Es lo que se llama el bebé medicamento: se fabrica a un hermano para curar a otro. Además, el anteproyecto contempla generalizar el uso para la investigación médica de los embriones sobrantes de la reproducción asistida.

Cuando lo que está en juego, como en este caso, es la vida y la dignidad humana, las alarmas se disparan. Y se disparan con motivo. Tenemos que hacer el esfuerzo de superar las razones puramente sentimentales para reflexionar serenamente sobre las implicaciones éticas de esta futura Ley.

Nos quedaríamos a medio camino si sólo nos dejásemos conmover por la súplica de unos padres angustiados que quieren salvar, a toda costa, a su hijo aquejado de una grave enfermedad. ¿Qué padre no iría a la Luna, si pudiese, para salvar a su hijo? Lo que hemos de pensar es si podemos ir a la Luna; es decir, si vale cualquier medio para conseguir un fin bueno.

Porque para lograr ese trasplante que supuestamente beneficiará al hijo enfermo, habrá que recurrir a la fecundación in vitro para producir un número determinado de embriones. Y los embriones son, no lo olvidemos, seres humanos en sus primerísimas fases de desarrollo. Pero no sólo producirlos artificialmente, sino, además, habrá que seleccionarlos. ¿Qué cómo se seleccionan? Pues, mediante el llamado diagnóstico preimplantacional. Antes de implantar a los embriones en el útero, se los examina bien a fondo. Si ese embrión servirá para ser un donante compatible con el enfermo, se implantará. Y si no sirve, será desechado, tirado a la basura como un trasto inútil.

Los padres deben saber esto. Y la ministra de Sanidad debería explicárselo.

Y la televisión debería contárnoslo a todos. Para curar a uno, habrá que fabricar a muchos y eliminar a la mayor parte de ellos. Del mismo modo, permitir que los embriones que sobran de la reproducción asistida sean dedicados a la investigación es convertir a seres humanos en su primera fase de desarrollo en conejos de indias en manos de los científicos.

Por eso, no es extraño que la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial, a través de su secretario, el doctor Gonzalo Herranz, haya dado la voz de alarma. El asunto es muy serio y muy grave.

Cualquier día nos sorprenderá la prensa con la noticia de que aquí o allá se ha descubierto un criadero de seres humanos utilizables para trasplantes, donaciones de órganos, investigación científica u otros menesteres.

¿Qué pensaría de todo ello Kant? Recordemos que una de las formulaciones que el filósofo alemán dio del imperativo categórico -es decir, de la ley práctica que resulta válida incondicionalmente para el ser racional- reza de la siguiente manera: Actúa de modo que consideres a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de todos los demás, siempre como fin y nunca como simple medio. Si un ser humano, aunque sea muy pequeño, puede ser usado como simple medio, ¿qué nos separa ya del totalitarismo y de la tiranía?

Guillermo Juan Morado

guillermojuan@msn.com