Los países islámicos están cabreados porque un diario danés ha publicado una caricatura de Mahoma y es sabido que el Islam, y especialmente los suníes, prohíben cualquier reproducción del profeta, por lo que nos hemos quedado sin saber cómo podía ser el último profeta. Libia ha roto relaciones diplomáticas con Dinamarca, Arabia Saudí ha vaciado sus estantes de productos daneses y noruegos esto último debe de ser por simpatía-, mientras las protestas adquieren ese tono ocre, y acre, que siempre sufre el Islam antes de un estallido de venganza. Conviene recordar que, hasta el momento, un Occidente que no cree en sus propios principios -para ser claros: no cree en nada- se ha salvado del fanatismo islámico porque el mundo árabe está dividido ente países radicales y moderados, entre Estados y grupos, entre ricos y pobres. Los musulmanes siempre están arreándose entre ellos, razón por la cual aún no han podido invadir Occidente. Si se unieran, Europa estaría perdida. La Europa Medieval detuvo al Islam en España y en Viena porque creían en lo que defendían. La Europa actual simplemente no cree en nada. Aún diría más: el problema ya no es que el Continente que forjó el mundo no crea en nada: lo peor es que en lo único en que se ocupa es en destruir aquello en lo que creó. Es como si los vecinos de un inmueble no sólo despreciaran la casa que habitan sino que dedicarán su tiempo y esfuerzo a roer los cimientos que la soportan. Los cimientos de Europa no son más que la fe cristiana. Pues bien, esa es la situación de la Europa actual. Quiero decir: ¿Se imaginan ustedes a un político musulmán, de cualquier signo ideológico, colocándose en la cabeza un turbante con una imagen de Mahoma, tal y como hizo nuestro ínclito Carod-Rovira, colocándose en la cabeza una corona de espinas juguetón, el chavalote- y dejándose fotografiar por otro hombre de mente abierta, el presidente de la Generalitat , Pasqual Maragall? Sería una manera de romper el Tripartito, dado que no quedarían sino los trocitos de las tres partes, o al menos de sus más insignes representantes.

La crisis de las caricaturas entre Europa y el Islam ha mostrado cómo actúa quien no cree en nada. Los ministros de exteriores de la Unión Europea, reunidos en Bruselas el pasado lunes, reaccionaron a la europea: solidaridad con Dinamarca y Noruega lo bueno que tiene la solidaridad, es gratis- ante las amenazas recibidas, y sólo la presidenta de turno del Consejo de Ministros de asuntos Exteriores, la austriaca Úrsula Plassnik, se atrevió a poner un peso en cada plato de la balanza: dio su apoyo a la liberad de prensa y de expresión, pero aclaró que en su opinión la libertad religiosa también debe ser respetada. Los demás, naturalmente, se quedaron con la primera libertad, la de prensa, que es la fetén, la religión no es más que esa tempestad de emoción propia de mentes débiles y un tanto majaderas.

Sigamos con el comportamiento de quien no cree en nada. En principio, el diario danés no dio su brazo a torcer, y se mantuvo en la misma línea de confundir libertad de expresión con libertad para injuriar: Hacemos sátiras sobre Jesús de Nazaret, sobe la familia real, los políticos No satirizar a los musulmanes sería mostrar prejuicios. Cuando los chicos del Jyllands Posten dijeron este tipo de chorradas uno no sabe si ceder a la tentación de cerrar el diario por motivos de salud mental pública. Es decir, que el respeto no consiste en no burlarse de las convicciones ajenas, sino en mofarse de todas a la vez, sin distinción de personas: para estos defensores de la sátira, todos son igual de imbéciles y todos deben ser igualmente ridiculizados. Nada más democrático que la igualdad: todos tienen igual derecho a ser escarnecidos, ridiculizados, injuriados y ofendidos.

Pero la necedad es poliédrica. Reparen en que se habla de no satirizar a los musulmanes. Pues no, mire: los musulmanes no se quejan de que les satiricen a ellos, sino de que satirizan a su profeta, a quien consideran enviado de Dios. Tenemos derecho a satirizar a un político, que no a injuriarle o a calumniarle, pero el musulmán no está pidiendo defensa para su persona, sino para su credo. Su petición puede ser lo que quiera: pero no egoísta ni interesada. Y, al mismo tiempo, nadie se queja, o nadie tiene derecho aquejarse, de una crítica a una doctrina o religión, pero sí a ridiculizar unas creencias. Una cosa es la crítica y otra el escarnio, una cosa es la ironía y otra el sarcasmo.

Y aquí viene la reacción última de Europa: si el ridiculizado calla, seguimos metiéndole el dedo en el ojo. El problema es que los islámicos no se callan, y entonces el gran defensor de la libertad se arruga. La carta del redactor jefe, Carsten Juste a la agencia jordana Petra es muy distinta de la primera reacción, petulante y prepotente, del diari Esos dibujos no violan la legislación danesa, pero han ofendido de manera irrefutable a muchos musulmanes y presentamos nuestras excusas. Al parecer, han caído en el prejuicio. Es decir, si ofendes a quien responde con respeto, no ocurre nada, no rectificas y vuelves a ofender. Ahora bien, si ofendes a quien te amenaza con romperte la crisma, entonces te vuelves respetuoso al instante.

Ridiculizas a Jesús de Nazaret y no te pasa nada. Ridiculizas a Mahoma y tu vida corre peligro. Esto demuestra que el Islam no es más que una herejía del cristianismo, que toma sus aspectos externos y que dirige a sus fieles a golpe de látigo, mientras que el cristianismo no repara tanto en los aspectos externos y va a la conversión del corazón. El Islam no llama a Dios padre, sólo creador, y más digno de ser adorado que de ser amado. El cristianismo, por el contrario, predica la infancia espiritual y la excepcional grandeza de un hombre que le habla a Dios como creador y redentor, pero también como padre. El Islam se basa en la doctrina, el Cristianismo en el amor. Y de ahí surge la tercera diferencia: para el Islam, el hombre es un ser obligado a cumplir con Alá; para el cristianismo, el hombre es un ser libre, que puede optar entre odiar a Dios o amarle, o lo que es más grave, puede optar por despreciarle.

Sin embargo, ante la falta de respeto de un Occidente que no cree en nada lo que funciona es el método musulmán, no el cristiano. ¡Qué triste! No cabe duda: o Europa vuelve a ser la misma, es decir, una Europa cristiana, o acabará conquistada por el Islam, con el consiguiente retroceso de muchos siglos y la consiguiente esclavitud de la mujer.

Eulogio López