El estilo del grupo Polanco está hecho a la medida de Juan Luis Cebrián, Janli, el primer director del buque insignia, el diario El País, y actualmente, dictador ideológico de la cosa progre en la piel de toro. Janli es, ante todo, un profesional. Su profesionalidad conlleva un talante desabrido, engreído, un pelín grosero y, muy, muy institucional. Quiero decir que Janli no tiene nada de contracultural ni de antisistema.

 

A Cebrián lo que le gusta es controlar el sistema, que es cosa bien distinta. Como a su mentor, Polanco, como a todos los hombres-Prisa, que son algo parecido a los hombres-General Motors, sólo que mucho más comprometidos con su tiempo, dónde vas a comparar.

 

Sin embargo, ese estilo frío como el hielo, distante como las estrellas, en pocas palabras, su natural grosería, se ha trocado en cálida coyunda, no con la Monarquía en general, sino con la generación de Felipe de Borbón y con doña Letizia Ortiz en particular. A Janli y a don Jesús les ha podido molestar que don Felipe no les haya consultado a la hora de elegir novia, pero no las características de la elegida.

 

En otras palabras, Polanco y Cebrián, mandamases de la progresía hispana, han decretado que "Letizia es de las nuestras". Y toda una profesional, oiga usted. Lo certificaron el domingo 16, cuando dedicaron su suplemento dominical a un amplio reportaje con un título para el recuerdo: "La boda de todos".

 

En contra de lo que algún malpensado lector de Hispanidad pudiera creer, el título no implica que sea la boda de todos porque la paguemos todos. Eso sería poco intelectual. Otra vez el vil metal. No, lo que quiere decir Lola Galán (aquella chica que El País envió a Roma de corresponsal más que nada para fastidiar al Papa), autora del reportaje es que todos debemos aceptar la entronización de Letizia como Reina de España, y especialmente lo que esto significa.

 

Naturalmente, en el reportaje dominical no falta ni uno sólo de los tópicos para la ocasión. Estamos hablando de una mujer trabajadora, moderna, pero, sobre todo, de lo que estamos hablando es de una mujer que, como dirían los chavales de mi barrio, se ha jaleado con muchos, de una mujer divorciada, de una mujer que se ha mostrado, y nunca ha desmentido, partidaria del "derecho" al aborto. Es decir, "una de las nuestras". Y ni SAR el Príncipe Felipe ni doña Letizia tienen la menor intención de desmarcarse de esa imagen.

 

Es la progresía quien está entronizando a Letizia, que no la izquierda política. De hecho, la izquierda, con su líder Gaspar Llamazares al frente, ya ha dicho que no va a acudir a la boda. Ellos no tienen nada que ver. Pero Janli y Polanco sí: esta es la boda de todos y ya se encargarán ellos de que en ese todos estén los que quieran estar, e incluso los que no quieran.

 

Porque, veamos, la situación de la Monarquía hoy se puede analizar en tres frentes:

 

1. En primer lugar, su propia legitimidad. Ahí ayuda la historia, pero no la sociedad: para la inmensa mayoría de la sociedad actual, los derechos de cuna no existen o deben ser destruidos.

 

2. En segundo lugar, como sistema útil al pueblo. Mientras sea útil, se aplaude a la Monarquía, en cuanto deje de serlo… Por eso, tantos monárquicos consideran que el futuro Felipe VI no es consciente de que su padre se ganó el puesto, especialmente durante la Transición y en el 23-F; pero él no se la ha ganado aún.

 

La facilidad con la que doña Letizia se ha habituado a la vida cortesana, hace suponer que ella tampoco es consciente de ese riesgo. Ahora bien, he de confesar que las dos perspectivas anteriores me dan un poco de lado. Lo que a mí me interesa es la tercera perspectiva.

 

3. ¿Por qué la Monarquía es, ante todo, una referencia moral, de nobleza, un ejemplo a imitar? Si lo hacen los Reyes, posiblemente sea algo bueno o por lo menos aceptable. La influencia moral de los Reyes alcanza incluso a los republicanos.

 

Pues bien, esta es la razón por la que El País y la progresía hispana aplauden a rabiar a doña Letizia, "una de las nuestras".

 

Miren ustedes, si mañana se proclama la III República española, El País de Polanco y Janli aplaudirían con ganas. Pero, en el entretanto, antes de destruir el sistema prefieren someterlo. Les encanta que doña Letizia sea una mujer con pasado, divorciada, etc., por la sencilla razón de que si fuera de otra forma su propia existencia sería un insulto para la vida de muchos progres, de todos aquellos que, con la libertad, y, sobre todo, con su ascenso al poder político y económico, cambiarían de coche, de casa y de señora (o, como dicen los deslenguados, cambiaron las tres "ces": coche, casa y concubina).

 

Ningún insulto resulta más grave que el testimonio.   

 

Como decían los críos cuando aprendían el catecismo: Dios está en todas partes, y mayormente en el Sagrario. Pues eso: Felipe y Letizia son la boda de todos, y mayormente de Polanco. El mismo Paco Umbral ha hablado de la "reina progre", en referencia a doña Letizia, y está feliz con ello. Es más, El Mundo, en su edición del lunes 17, compara a doña Letizia con Isabel II: "Lo más progre que habíamos tenido en este país, en materia de reinas, era Isabel II". Pues bien, conociendo el historial de Isabel II, ya sabemos lo que entiende Umbral por "progre". Y no va desencaminado, no.

 

Eulogio López