Ángela Merkel se está especializando en tasas, es decir, en un impuesto finalista. Los aeropuertos alemanes son, junto a los británicos, los más caros de Europa, los que más cobran a las compañías aéreas por aterrizar o despegar de sus aeropuertos, tasas que las aerolíneas repercuten a sus pasajeros aproximadamente 100 euros por viajero, aunque se trate de una escala de 30 minutos.

 

Ahora pretende ampliar el asunto: como estamos en crisis, doña Ángela se dispone a cobrar tasas directamente al pasajero, tasas que variarán según se trate de radio largo, medio o corto. Es la diferencia entre un impuesto finalista y uno genérico: si no quieres pagar no tienes por qué pagar un avión. Por otra parte, hay que reconocerle a Merkel que los que no llegan a fin de mes no suelen viajar en avión.

Por contra, en España, el socialista andaluz José Antonio Griñán propone un impuesto verde por uso de bolsas de plástico, que están destrozando el ecosistema, como todo el mundo sabe. No queda claro quién es el sujeto agente pero todo el mundo utiliza bolsas de plástico y, aunque el contribuyente sea el fabricante o la gran superficie, en breve unos y otros repercutirán el coste al particular, que es el pago más universal de todos.

Veamos: la política económica consiste en poner o quitar impuestos. En tiempos de crisis, los políticos no están dispuestos a reducir prestaciones así que deciden subir impuestos. Bueno, sería peor que bajaran sueldos pero si hay que elegir entre subir impuestos directos o indirectos, mejor estos últimos porque, en contra del dictamen de la izquierda, el impuesto indirecto perjudica más a las clases ricas que a las pobres.

En segundo lugar, no vamos por impuestos finalistas, lo mejor es que se graven determinadas actividades que los menesterosos no suelen frecuentar por la sencilla razón de que no pueden hacerlo. Mejor gravar el viaje en avión que las bolsas de plástico.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com