Aunque desde el Gobierno se haya hecho mutis por el foro, la polémica permanece. El Mundo dio la noticia y Época el documento que la confirmaba. La fragata española Álvaro de Bazán participó activamente en operaciones militares en la guerra de Iraq después de la retirada de las tropas españolas.

Desde el ministerio de Defensa se afirma que la Álvaro de Bazán no participó directamente en operaciones de ataque. Y la versión es cierta. Ninguna de las fragatas que protegen el portaviones Roosevelt participaron directamente en operaciones de ataque: simplemente defendían las posiciones del portaviones, que tenía como misión directa el ataque. Claro que eso es tanto como afirmar que el socio de un atracador de banco que permanece en el coche preparando la huida no ha atracado el banco. Cierto, sólo ha prestado apoyo logístico para que la operación se pudiera llevar a cabo.

Pero lo que no se había publicado hasta ahora es que la administración norteamericana obligó a la española a firmar un compromiso formal y por escrito de que la Álvaro de Bazán no se retiraría al menos hasta que las operaciones no hubieran finalizado. O dicho de otra forma, que no se iba a volver a repetir la escena de unos soldados españoles que iban a abandonar su puesto de combate a mitad de faena. Nunca mejor dicho.

Por supuesto, las autoridades españolas tuvieron que pasar por el aro. Y eso explica que la Álvaro de Bazán siga al servicio del Roosevelt con doble bandera: americana y española. Lo curioso es que en los ambientes de Marina este hecho era superconocido, pero nadie había querido descolgar el teléfono probablemente para evitar complicaciones como la del teniente general Mena. Claro que Mena estaba a punto de la jubilación y a algunos todavía les queda recorrido en la carrera.

Así han conseguido eliminar los riesgos de ruidos de sables y con ellos, la capacidad de pensamiento y la mínima independencia del cuerpo. Porque una cosa es que sean funcionarios sometidos al poder civil y otra bien distinta que tengan el pensamiento castrado en aquellas cuestiones que son de su competencia. Una fidelidad férrea que no existe ni en el cuerpo de Abogados del Estado ni en el Servicio Exterior ni en los inspectores de Hacienda. ¿Progreso?