Ahora está preocupado en que en su propio partido no le quiten la silla pero, antes, cuando ZP estaba bien afianzado en el trono monclovita consideraba, no sólo que podía cambiar España a su conveniencia, sino que podía cambiar a los españoles, tarea un poco complicada.

Convencido de que no es la verdad la que nos hace libres sino la libertad la que nos hace verdaderos -profundo pensamiento que no ha pasado a la historia de la filosofía debido a la envidia reinante en la piel de toro- nuestro hombre, Zapatero ha impuesto la norma de la ausencia de normas, el relativismo como base de la democracia. Y el problema no es que el relativismo sea bueno o malo, el problema es que es material gelatinoso, pura arena, no sirve como cimiento social. 

Pero en esto Zapatero no es muy original. La clase política, con las excepciones que se quieran, transita por la misma vía. Y entonces voy yo y me encuentro con este aporte de Chesterton, un viejo amigo. Al parecer, el problema político ya se planteaba ochenta años atrás, cuando nadie pensaba en la construcción europea. Pasen y lean:

Los hombres, poco a poco, se irán dando cuenta de que la democracia no tiene sentido si nada tiene sentido y que nada tiene sentido si el universo no posee un centro de significación y una autoridad que es autora de nuestros derechos.

O sea, que Europa será cristiana o no será, si ustedes me entienden.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com