El candidato del PAN, Felipe Calderón, ha resultado victorioso de la contienda electoral mexicana. Con el 98,45% escrutado, Calderón obtiene 14.027.214 votos frente a los 13.624.506 cosechados por su rival comunista Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Una diferencia de más de un punto porcentual. Frente al apoyo del 35,34% de AMLO, Calderón fue votado por el 36,38% de los votantes. Un resultado irreversible, según Calderón. Estamos muy contentos señalaba a Hispanidad su jefe de campaña, Antonio Sola.

No obstante, la Junta Electoral (IFE) ha señalado de manera prudente que esperará al nuevo recuento de los votos para dar un vencedor definitivo. El nuevo recuento comenzará este miércoles y acabará... cuando Dios quiera. En todo caso, parece difícil que el resultado pueda voltearse, por lo que Calderón podría considerarse ya como vencedor.

Ahora el debate es doble. Por una parte, conocer si AMLO, que no quiso firmar un compromiso de aceptar la derrota, aceptará el triunfo de Calderón o sacará a la gente a la calle para montar la revolución. Forma parte de su tradición política, pero se cerraría las posibilidades de ser presidente de la República a la vuelta del sexenio.

Por otra parte, queda por saber cómo se gestionara el país teniendo en cuenta que Calderón precisará de apoyos parlamentarios para sacar adelante las reformas necesarias. En estos momentos, las negociaciones entre el PAN y el PRI son intensas para formar una especie de acuerdo nacional para el reparto de carteras, presidencia de empresas públicas, etc. Es decir, para repetir el foxismo, que al fin y al cabo fue lo más parecido a un gobierno de concertación nacional. Y esto no es necesariamente bueno. Porque los pactos desnaturalizarán el programa del vencedor y le harán pagar todos los costes políticos de los malos manejos de sus adversarios políticos. Además, la contienda entre PAN y PRI ha sido muy dura y resultaría difícil para la ciudadanía visualizar un acuerdo de estas características.

En todo caso, el acuerdo se hará sin el candidato priísta, Roberto Madrazo, que ha llevado al revolucionario institucional al tercer puesto político. Su apoyo ha sido muy inferior al de su partido y el PRI se lo hará pagar. ¿Existe espacio para la renovación de un partido que ha gobernado México durante 72 años o sufrirá el síndrome de la UCD española? Esta es la pregunta.