Hay que reconocer que al actual Gobierno le cuesta mucho dinero la creatividad. Especialmente la creatividad de la farándula: actores, actrices, cantantes, folclóricas (especialmente si son folklóricas, con k. Esas son más escasas, porque se trata de folklóricas intelectuales, por ejemplo Ana Belén o Alaska). Lo paga con dinero de nuestros bolsillos, pero la rentabilidad política, la que obtienen ellos, es inconmensurable.

Por eso, la ministra de cultura, Carmen Clavo, es una enamorada de la creatividad. Antes de nada, reconozco que este comentario es absolutamente machista, dado que resulta crítico con una ministra. Si fuera con un ministro, sería una crítica democrática. Y lo malo es que no puedo hacer nada por evitarlo, dado que la titular de Cultura del Gobierno español es una mujer y no un varón.

Pero a lo que iba, si de creatividad hablamos, la ministra se da por aludida, y la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) no digamos. La modernidad siempre ha valorado el honor y la creatividad en dinero. O sea, que hay que pagar al generosamente al creativo a ser posible con fondos públicos, porque nunca puedes estar seguro de que la turbamulta financie sus creaciones. La modernidad siempre ha ido aristócrata de la cultura, a ser posible de la cultura patrocinada y no masificada.

Todo esto viene a cuento de que la SGAE, una entidad sin ánimo de lucro pero con espléndidos beneficios (destinados a la protección del creativo, naturalmente) ha solicitado una ley sobre diversidad cultural, y la señora ministra Carmen Calvo (lamento este nuevo comentario machista) ha acogido la idea con muchísimo agrado. A pesar de sus beneficios, a la SGAE no le preocupa el dinero, como a la ministra no le preocupa el erario público, quizás porque no es suyo : es público. Por eso, la razón alegada por la SGAE es que esa ley es muy necesaria para luchar contra la colonización cultural. Por ejemplo, para evitar que los bodrios habituales del cine español puedan sobrevivir con dinero de nuestros impuestos ante las nefastas producciones norteamericanas, que son todas hijas de Bush.

Según Eduardo Bautista, presidente de SGAE se trata de concienciar a la sociedad de que hay una oportunidad de tener una cultura, una identidad, cuyos derechos de autor seguramente serán administrados por la SGAE, todo sea por la creatividad. Este hombre es un progresista de tomo y lomo. Y en el Gobierno aceptan otro de los argumentos de SGAE: estamos cayendo en el monocultivo cultural, y eso no puede ser: diversidad, señores, diversidad. Y para eso necesitamos una ley, porque sólo mediante el Boletín Oficial el Estado pueden movilizarse los fondos públicos, si ustedes me entienden.

Bautista y Calvo insisten mucho en esto de la identidad. La verdad es que antes, en tiempos reaccionarios, la cultura no buscaba reafirmar la identidad: uno tenía la identidad que tenía, en un 90% debido al lugar donde le habían nacido, sin que hubiera tenido al oportunidad de elegir Es más, la cultura era aquello que empezaba no con su identidad, sino con su racionalidad, con sus ideas, libremente pensadas y asumidas. Cultura era, en definitiva, no la búsqueda de una identidad que ya venía dada de cuna, sino la búsqueda un sentido para la vida. Pero eso eran en los tiempos de la reacción: ahora hemos progresado mucho.

Por otra parte, también en aquellos tiempos oscurantistas que podemos fechar entre el año 6.000 antes de Cristo y el nacimiento de Teddy Bautista y Carmen Calvo, más o menos de la misma quinta- la cultura no busca la diversidad, sino la verdad. O sea, que los antiguos pelín fascistas, como creo haber dicho antes- no trataban de elaborar un folleto con todos los artículos de Continente, folletos que constituyen un verdadero canto a la diversidad, para que cada cliente escoja la mercancía que más le agrade. Es lo mismo que ocurre con el pluralismo : es magnífico, siempre que se entienda como lo que es: libertad para poder encontrar la verdad, no el permanente diletantismo con el que entretener el ocio de la creatividad personal con cargo al erario público.

Pero, la verdad es que no debo decir nada de esto. Me lo voy a callar, porque, naturalmente, tratándose de la señora ministra de Cultura, que es una señora, todo este comentario es puro machismo. Y, por atentatorio contra la diversidad, es, además, reaccionario y antidemocrático.

Eulogio López