La confusión de conceptos ante la cumbre de Washington comienza a parecer un diálogo de besugos en toda regla.

La confusión de intenciones, conceptos y definiciones hace peligrar la reunión que el próximo sábado convocará a las mentes más profundas y sofisticadas del mundo. Esas mismas mentes que, por el momento, repiten la habitual colección de tópicos del discurso cultural imperante. Por decir algo, la progresía de derechas, un Bush, un Obama o un Sarkozy o un ZP (sí, en materia económica, ZP es tan de derechas como Bush) asegurarán que el problema está en otorgar liquidez a los mercados mientras los progres de izquierda, estilo Lula de Silva, ofrecerán la solución del castellano viejo, y rojo: que se mueran todos los ricos y las mujeres de los pobres.

Intentemos desfacer el nudo gordiano, con ánimo de aclarar más que de proponer.

1. Se acude a la Cumbre con unos planes de rescate ya en marcha y una idea fija, casi un conjuro: la necesidad de transparencia. Los planes ya puestos en marcha en Estados Unidos, Japón y Europa han consistido en coger dinero público y proporcionárselo a los bancos para dotarles de liquidez. Es decir, de nuevo capitalismo nada de nada: se ha aplicado la peor receta del capitalismo viejo, que los clientes paguen los desafueros de sus gestores, que todos los contribuyentes financien a los rentistas y a los intermediarios. Todo ello bajo el mandamiento único de que la banca no puede quebrar. Hoy, en El Economista, el economista Paul Samuelson dice que el Erario público no debe ayudar a las firmas automovilísticas a superar su crisis. ¿Y por qué a los bancos sí se les ayuda y a los automóviles no? ¿Por qué los bancos trabajan con dinero de los demás? Pues con más razón habría que dejar caer a los bancos, para que sean más responsables y más castigados en caso de quiebra. El dinero es un medio, no un fin. El dinero que la gente deposita en los bancos es un medio para que General Motors pueda crear puestos de trabajo y fabricar coches para el consumidor. No al revés, que es lo que se está haciendo: utilizar el dinero de los consumidores y trabajadores de General Motors, y de todos los contribuyentes, para salvar a los especuladores financieros o gestores intermedios de ahorro.

Pero, sobre todo, de los bancos deben desaparecer como intermediarios obligados de los planes de rescate públicos para familias y empresas. Si acaso como meros distribuidores a través de sus redes de sucursales. Pero el dinero, del Estado, que somos todos- a todos los contribuyentes y a las empresas. En resumen, el dinero público se da a los bancos -en los tres continentes en crisis- para que den créditos a familias y empresas, no para salvar bancos. Y entonces, ¿por qué no dárselo directamente a esas familias y esas empresas? En tiempos de crisis, provocada por los intermediarios financieros no conviene privilegiar a los intermediarios financieros. Eso, en imagen mil veces repetida, es como utilizar gasolina para apagar el incendio.

2. La conclusión de la Cumbre de Washington no puede consistir en relanzar el sistema financiero sino en relanzar la economía real. La crisis actual no consiste en que los mercados financieros no tengan liquidez (la tienen pero no quieren soltarla, y si no la tienen es porque la han perdido en operaciones especulativas que les ofrecían dinero fácil: pues que se fastidien). De lo que se tata es de gravar fiscalmente la especulación en los mercados financieros: gravar la titulización o productos estructurados -especialmente los bonos-basura, en sus distintas acepciones-, gravar la inmensa mayoría de los  futuros, el mercado de divisas, las ventas a pérdidas, el capital riesgo (reconozco que gravar el private equity resulta muy complejo) y terminar con las ventas a pérdidas... entre otros.

Lo lógico sería que esta mayor presión fiscal fuera acompañada de una disminución de los impuestos tanto de la economía real -en especial los impuestos laborales- como de los impuestos sobre la actividad financiera no especulativa.

3. Nada de reguladores globales. En todo caso, homologación de impuestos sobre la especulación financiera y, por supuesto, desaparición de los paraísos fiscales. Toda iniciativa que cargue con el apellido global es muy peligroso: tiende a la peor de las tiranías: la tiranía global. Y en materia bursátil, ya sabemos a dodne nos ha llevados la idiocia de las agencias de riesgo, que no han tenido ni la delicadeza de entonar un mínimo mea culpa. Las únicas globalidades positivas son aquellas que tienden a homologar las cargas fiscales y los salarios en cualquier parte del mundo. Verbigracia: uno de los grandes aciertos de la Cumbre podría ser la implantación del salario mínimo mundial y los impuestos que gravan el ahorro y la inversión, es decir, los financieros).

Todo ello bajo el principio básico de que el objetivo de la Cumbre de Washington no puede ser la transparencia del sistema financiero -un objetivo tan imposible como la objetividad- pero que también es un medio, no un fin. El objetivo de la refundación el capitalismo sólo puede ser la justicia social. Y la justicia social no se consigue mediante subsidios, sino con el pleno empleo y con salarios dignos. En otras palabras, con igualdad de oportunidades para todos. Dicho de otra forma, el problema de esta crisis no es el liberalismo -ni tan siquiera el capitalismo- sino la especulación.

Y si el Estado quiere ayudar que lo haga a la pequinesa. -La bolsa china se disparó el lunes tras anunciar el Gobierno un plan de rescate consistente en crear empleo por la doble vía -capitalista y socialista- de reducir impuestos y aumentar las inversiones públicas-. Y es que la bolsa puede ser codiciosa pero no tonta, y sabe mejor que nadie que la especulación es lo que ha llevado a la actual crisis mundial permanente. En definitiva, el Gobierno chino -que es una tiranía, pero no es tonto- ha hecho justo lo contrario de lo perpetrado por Estados Unidos o la Unión Europea, consistente en ayudar a los bancos, en lugar de a familias y empresas. Conclusión: la bolsa responde positivamente a las medidas de Beijing y se pitorrea de los gobiernos occidentales que continúan alimentando el fuego con gasolina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com