Sr. Director:

Gusthabe Tibbon fue un filósofo francés, autodidacta, posiblemente fallecido. En uno de sus libros relataba como, en otros tiempos, los hombres construían, posibilitaban instituciones fuertes para cobijarse bajo ellas, para protegerse, mientras que nuestro siglo con demasiada frecuencia las destruye.

Las instituciones tienen sus reglas. Son lo que son. Nos toca ser fieles a las reglas, servirlas, no servirnos de ellas. Cuando no se respetan además de que pierden sentido, de alguna manera se vengan. Perdemos todos, ellas y nosotros.

Quizás la institución que últimamente mas ha sufrido es la institución matrimonial. Institución antaño respetada, hoy navega a la deriva, sumergida para muchos en un mar de confusiones, de definiciones. No se respetan sus reglas, lo que de alguna manera la hace poco respetable. Y es que en otro tiempo, casarse suponía un signo de independencia, de hacer lo que uno quisiese, de llegar a la hora que a uno le apeteciese, de dormir, en fin, en la misma cama. Hoy día, todas esas cosas, muchos las hacen antes de casarse, y además mama lava las sabanas, lleva el traje a la tintorería, y pone por delante unos suculentos platos, gratis y sin tener que pasar por el fregadero como postre. Se usan casi todas las ventajas del matrimonio, -si no todas-, antes de casarse y además no se soportan ninguno de sus inconvenientes. ¡Ancha es Castilla!

En esta situación, al día siguiente de casarse, el marido, la mujer, para los que el lecho matrimonial no supone ninguna novedad, descubren que el matrimonio merma su independencia, que les llena de obligaciones, de responsabilidades, -la medida del hombre-, en definitiva que casados, han ido a peor. Fácilmente, a la primera dificultad pueden caer en la tentación de pensar, que el matrimonio no compensa. Y es que con todos estos líos, con esta falta de respeto a la institución, nos la estamos cargando, estamos haciendo que no compense.

Y es que la modernidad ha vaciado de contenido al matrimonio. Después veremos que hacemos con los hijos. Y cuando sean mayores, veremos que hacen con nosotros. Ya esta pasando. El matrimonio correctamente entendido es, entre otras cosas, un bien social de primera magnitud. Solo por eso habría que defenderlo. Pero desgraciadamente muchos se han empeñado en tirarlo a la papelera.

Manuel Fidalgo

manuelfidalgo@hotmail.com