Sr. Director:

A finales de noviembre, en Cancún donde vivía, murió Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), que en España fue muy conocido principalmente por sus personajes del Chavo del Ocho (¡Es que no me tienen paciencia!) y el Chapulín Colorado (¡No contaban con mi astucia!); un pequeño gran actor y guionista dotado de singular capacidad para hacerse y actuar como un niño.

Pero hay un dato fundamental en su biografía apenas conocido: estando aún en el vientre de su madre, ésta padeció un grave accidente que llevó al médico a recomendarle que abortase, a lo que ella se negó ("¿Abortar yo Jamás"), asumiendo generosamente los riesgos de aquella gestación. Como consecuencia de ello, pudo ver la luz Roberto, nuestro pequeño 'Chespir', convirtiéndose en un agradecido defensor del derecho a la vida de los concebidos aún no nacidos. De haberlo eliminado su madre, habría eliminado también al causante de muchas alegrías a millones de niños y mayores. Porque Chespirito no sólo vivió una interesante y fecunda vida, sino que procuró innumerables momentos felices a mucha gente con sus obras. Convirtiéndonos en jueces sobre la vida y la muerte ajenas, y como si nos moviese un elevado y caritativo sentimiento, nos engañan y engañamos considerando que, mediante el aborto le evitamos el sufrimiento a seres humanos que, de nacer, serían unos desgraciados... Pero ¿cuántos Chespiritos, capaces de ofrecer al mundo sus cualidades y capacidades, se estarán quedando en un cubo de basura sanitaria o en una trituradora 

Miguel Ángel L. Pérez