Algunos nacen con los dientes de marketing. El mejor producto de José Bono, se llama José Bono. El mejor vendedor de Bono es él mismo. Domina la escena y sabe tratar con los medios. Lo contrario que la Trujillo, vamos.

 

La escenita de Afganistán es de libro. Ya anunció hace meses que él sería el valedor de los derechos laborales de los castrenses, habida cuenta su imposibilidad de ejercer el derecho de sindicación. Y ahora pone su cargo de ministro como aval para garantizar a la soldadesca una subida de sueldo. "No conozco ninguna corporación que trabaje tanto por tan poco sueldo", señala el ministro de Defensa.

 

Corporativo el chico, porque los restauradores de bares y cafeterías, los albañiles de la construcción y los empleados de comercios tampoco tienen una vida fácil. Bono echa un pulso a Solbes. "No existe nadie que le niegue a algo al ministro de Defensa", señalaba a este diario en privado. Pues eso. Sobrado que va don José.

 

Y toda esta estrategia para conseguir iluminar más su imagen internacional. No está Bono para competir con Esperanza Aguirre por la Comunidad de Madrid, como se rumorea por los mentideros. Bono cruza el Tajo para mayores aspiraciones. Su cercanía al sol venezolano presagia un futuro internacional al modelo de Felipe González. Felipe, tú sí que sabes, cerquita de Carlos Slim, el hombre más rico de Hispanoamérica.

 

Sólo hay un as en la manga que impeliría al "patriota" Bono a comprometerse en la política nacional. Si Zapatero consigue un fracaso estrepitoso en la política territorial, cosa posible e incluso probable, él actuaría de comodín. Al fin y al cabo, no conviene olvidar que se quedó a apenas ocho votos de las primarias socialistas. Permanezcan atentos a la pantalla.