Sucedió a primeros de febrero (un mes después del bombazo de Barajas), el señor Zapatero se reunió con todos sus asesores de imagen y comunicación, CIS incluido. No estaba la vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega, lo que da idea de cuál es su verdadero papel en la Administración Zapatero. Sin embargo, no faltaron Pepiño Blanco –el mejor peón, capaz de todo en público-, Alfredo Pérez Rubalcaba -capaz de todo en privado-, Miguel Barroso –figura central-, Fernando Moraleda –figura poco centrada-, el presidente del CIS, el catedrático Fernando Vallespín –capaz de aburrir a un difunto pero todo un ‘democóspico', un baúl de datos, y cierto publicitario de confianza, capaz de resumir El Capital en una docena de eslóganes.

Allí, y tras analizar las encuestas de las que se disponía, se concluyó que la única solución para ganar las elecciones era colocar a la derecha en la ultraderecha. Todos deberían colaborar en tan honorable tarea, porque lo de Barajas ha sido muy duro. No por los dos muertos, no, porque esos hombres de paz que componen la izquierda abertzale no son gente seria, y no están dispuestos a abandonar las armas sin obtener algo a cambio. Son hombres de paz, pero no arrepentidos. Y claro, el atentado había roto el ensueño de ZP, hombre de paz. Ahora habría que cambiarlo por otra imagen, producto de la anterior, pero no exactamente lo mismo: del ZP pacífico pasamos al ZP progresista, el hombre capaz de unir a todos, separatistas y verdes, principalmente, bajo la bandera común de la izquierda progresista. Ojo, izquierda y centro progresista en general. Y derecha, si se tercia, pero siempre progresista. En resumen, que para el PP había que dejarle la ultraderecha, y nada más que la ultraderecha.

Barroso, el hombre en el que más confianza tiene depositada ZP, insiste en lo de "laico". ¿Cuál es el concepto que aúna a todos los progresismos, de derechas o de izquierdas? El anticlericalismo, verdadera clave del electorado español, señas de identidad del pueblo. Ya saben: ¿Qué es el progresismo? El progresismo es: abajo los curas y arriba las faldas.

Y el guión se sigue a la perfección. En el PP me contestan que les va a salir el tiro por la culata. Que las banderas de España de las últimas concentraciones sirven a Pepiño para hablar de ultraderecha, pero también sirven para que los presuntos votantes del PP se encorajinen y empiecen a mostrar con orgullo su bandera… aunque no sólo por la pesadez nacionalista vasca y catalana. Algo así como el ¿no queréis sopa? Pues tomad dos tazas de bandera rojigualda.

Pero Barroso insiste en que el adjetivo clave es el de Jesús Polanco: "laico". No importa que el PP se haga con el himno nacional y la bandera, y que la mayoría silenciosa, harta de la dictadura políticamente correcta de los aliados nacionalistas del PSOE lo acepte. No importa, porque el pueblo español continúa siendo de un anticlerical subido: esta es la cuestión a explotar: el demócrata es laico y el PP sigue pendiente de las sotanas.

No es verdad, claro, pero es verosímil. Lo que otorga el triunfo en unas elecciones no es la verdad, sino lo verosímil.

Eulogio López