La policía fiscal a enfrenta las distintas fracciones del PP

No es para tirar cohetes, porque el impuesto sobre el Patrimonio es injusto de suyo. El contribuyente ya pagó por la renta obtenida, antes de que esa renta se convirtiera en patrimonio.   Por otra parte, es el típico impuesto que provoca agravios comparativos, dado que grava a las clases medias, por lo general en su patrimonio inmobiliario, generado tras un gran esfuerzo y que, en la mayor parte de los casos, se utiliza como vivienda. Es, además, uno de los impuestos más fáciles de sortear por parte de las grandes fortunas, y esto sin recurrir a ninguna treta ilegal.

De todos los impuestos directos es, sin duda, el más injusto, pero muy sencillo de aplicar y muy difícil de eludir, y es sabido que el fisco lanza sus garras sobre que siempre es más fácil, aunque no sea lo más justo. Si acudiera a lo más justo se reducirían los impuestos laborales y se trocearía los impuestos directos, porque los políticos saben perfectamente que en una sociedad avanzada no hay que gravar a la gente por lo que gana, sino por lo que gasta y en qué lo gasta.

Así que bienvenida es la decisión de la presidenta del Partido Popular en Madrid, Esperanza Aguirre, de rebajar el impuesto sobre el patrimonio a partir del próximo año, desde el 2,5 al 1,5%. Aguirre utiliza la misma técnica del PSOE. Hace promesas para toda una legislatura. Con el SMI, que subió hasta los 600 euros… sólo que en cuatro años. Pues bien, la presidenta pepera prometió eliminar el impuesto sobre el patrimonio y lo hará, sólo que por etapas: por ahora, un 40%.

No pasaría nada porque se hubiera estirado un poco más, dado que el impuesto sobre el patrimonio sólo permanece, dentro de la antigua UE de los 15, en Francia y en España.

Pero aún más llamativo resulta que, mientras Aguirre baja los impuestos, su compañero Gallardón los suba. El alcalde de Madrid ha subido su impuesto principal, el IBI, que no es sino un impuesto sobre el patrimonio, sólo que de carácter municipal, hasta el 50% de una tacada, dependiendo de los casos. Además, ha disparado las sanciones de tráfico  todo tipo de tasas municipales. Con todo ello financia sus faraónicas obras -cuyos remates ha dejado parados desde que fuera elegido-, megaobras que necesita un político tan ambicioso como él para dejar huella y llegar a La Moncloa. No sólo eso, sino que Gallardón ha endeudado a la ciudad de Madrid por un par de generaciones. Es decir, que el alcalde que le sustituya no podrá bajar los impuestos. Todavía recientemente -el martes, en el programa de RTVE 59 segundos- el alcalde continuaba mintiendo sobre el subidón, jugando con el catastro.

Como ya hemos recordado en su momento, el entonces vicepresidente Rodrigo Rato ya abroncó a su correligionario por esta subida. Ahora, Mariano Rajoy deberá elegir entre el esquema Aguirre y el esquema Gallardón, a la hora de elaborar su programa electoral. A nadie se le oculta que la presión fiscal se ha disparado en España con el Ejecutivo Zapatero. Los ratistas creen que ese es el momento de plantear un programa con bajada de impuestos notable, es decir, que lo note el ciudadano. Otros, como el propio Rajoy, consideran que no, que basta con las habituales promesas de rebaja del impuesto sobre la renta: dos reducciones hizo el PP en ocho años y una el PSOE en cuatro. Ninguna de las tres redujo ni el IRPF ni la presión fiscal.