En los Estados Unidos de América, el aborto emprendió su despliegue después de que el Tribunal Supremo dictaminara la sentencia Roe vs. Wade, en 1973.

En los años ochenta, el aumento se mantuvo estable hasta que se llegó al máximo histórico de 1,61 millones de abortos en 1990. Desde entonces, la cifra de abortos ha bajado: en 2004 hubo 1,22 millones de asesinatos a través de la interrupción voluntaria de estado de buena esperanza.

Para Michael J. New, la década de los noventa registró una bajada importante de los abortos gracias a la sentencia Casey vs Planned Parenthood, decretada en 1992, que aprobó a los estados disposiciones legislativas restrictivas del aborto. El logro de los defensores de la vida fue debido a que, desde 1994, los republicanos se adueñaron del poder de ambas Cámaras hasta el último período de George Bush.

En 1992, ningún estado había frenado el aborto por nacimiento parcial (partial-birth abortion), también llamado por decapitación; en 2000, 32 estados lo prohibían. En 1992, sólo 20 estados exigían la intervención de los progenitores cuando las fecundadas eran adolescentes; en 2000, 32 estados ya tenían leyes restrictivas sobre aborto.

Este tipo de restricciones al aborto han ocasionado que, entre 1992 y 2000, el aborto haya bajado un 14%. El desplome es todavía mayor en aquellos estados donde se han tomado más restricciones: en Carolina del Sur el índice de abortos decreció un 33,57%; en Pensilvania, un 23,50%; y en Michigan, un 21,39%.

El caso de Mississippi es el más llamativo. Durante la década de los noventa se firmó una ley de consentimiento; otra que requería la autorización de los progenitores, cuando la fecundada es una adolescente; otra que frenaba el aborto por nacimiento parcial; y otra que estipulaba la objeción de conciencia para los facultativos que no deseaban realizar abortos. Como resultado de todas estas restricciones, el índice de abortos bajó un 52,07%.

"Ciertamente es más audaz el que interrumpe la vida, la vida presente; pero más cruel el que priva de la luz al que debe nacer y mata a sus propios hijos antes de su nacimiento", afirma Marsilio Ficino.

Clemente Ferrer Roselló

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