Sr. Director:
 
En una extensa y conocida entrevista al que hoy es Benedicto XVI, el Card. Ratzinger citaba una famosa frase de E. W. Böckenförde, prestigioso teórico contemporáneo del Estad La democracia vive de fuerzas que ella misma no es capaz de generar.

Pienso que una de esas fuerzas muy probablemente la primera- que no sólo no destruye la democracia, sino que es como su presupuesto, la atmósfera en la que aquélla respira y de la que recibe como su aliento para vivir, es sin duda la familia. Sí, la familia: en ella, el hombre niño aprende a ser persona porque, ante todo, es amado por ser quien es y no por lo que tiene; y aprende a ser ciudadano porque la familia es el entorno amable en el que el hombre aprende a asumir sin traumas la responsabilidad que conlleva el ejercicio de su libertad, a pensar en los demás y a cimentar sus relación es humanas sobre la confianza.

Por muchos motivos, la familia constituye, entre otras cosas, la primera, insustituible y más elemental escuela de virtudes sociales, de esa clase de virtudes que más que ningún otro sistema político, necesita la democracia. En seri entre los mazazos más efectivos que pueden propinarse a la democracia está el asedio a la familia. El terrorismo y los golpes de Estado le pueden hacer pasar por momentos muy duros, pero siempre, en el último momento siquiera, se salvará; logrará sobreponerse a los embates exteriores. Pero si la familia falta o enferma, todo está perdid el mal está dentro y la descomposición, tarde o temprano, terminará por arruinarla. Aquellas agresiones la hieren superficialmente; esta clase de males la envenenan de muerte. Vivimos una de las horas más aciagas de nuestra democracia. El 18 de junio, ¡todos a la calle en favor de la democracia, de la familia, de la vida!

Manuel Ángel Rodríguez Portugués

maroportu@yahoo.es