En la tierra del Cristianismo,
cuna del apóstol Pablo de Tarso,
donde con Bernabé predicó;
en medio del abrupto Göreme,
mi corazón y ánimo estremeció,
y escalofríos mi cuerpo sufrió:
la que hoy Europa, al ver, sin ver,
en poco tiempo será, y no veré.
 
La luz, que hoy en Roma brilla,
se apagará cual pábilo quemado.
Y aquellas naciones cristianas,
qué a conocer dieron el Reino,
de Dios, que en un niño encarnó,
y que una civilización alumbró;
quedarán reducidas a iglesias,
que mis ojos miraban, excavadas.
 
Y la sangre de nuevo derramada,
en antiguas tierras cristianizadas,
será la nueva semilla sembrada.
Y germinará un nuevo comienzo,
para dar plenitud a esos tiempos,
y contestar definitivamente,
a la interrogante de la Escritura:
cuando venga, ¿hallará fe en la tierra?