Decíamos ayer que el amigo Alexis Tsipras (en la imagen) es un peligro para Europa, no porque puede poner en jaque a los mercados financieros con su elevada deuda, sino porque representa la zarpa del neocomunismo: el viejo leninismo penetrando otra vez en Europa desde que fuera expulsado por dos hombres sin armas: Karol Wojtyla y Lech Walesa. Ahora reaparece como neocomunismo, pero estamos ante la misma y repugnante ingeniería social, con una sola diferencia: ya no hace la revolución sino que toma el poder por medios democráticos. Me temo que ha llegado el momento de Antonio Gramsci, que no había obtenido hasta ahora mucha cosecha.

Pero vamos con la economía griega. Sí, las deudas hay que pagarlas y Tsipras es un jetas. Ahora bien, con todo respeto, y me dedico a esto del periodismo económico, en bolsa invierte aquel que, una vez cubiertas sus necesidades primarias, se atreve a no llorar por sus pérdidas.

Cuando la bonanza se mide por la morosidad y la inversión no es más que deuda, estamos abocados al fracaso
El problema de Grecia y del mundo occidental, todo él, consiste en que no sabe vivir sin deuda. Todo el mundo puede endeudarse, pero a los griegos les exigen hacerlo diez veces más caro que a los alemanes. Cuanto más se endeuden, más se cerrará la soga sobre su cuello.


Aun así, no lo olviden, lo malo de Syriza no es que no pague su deuda: lo malo es que ha devuelto el viejo comunismo a Europa
Una sociedad no puede sobrevivir cuando todas las inversiones se hacen con deuda, sin fondos propios, y cuando nos pasamos el día "renovando vencimientos"... de deuda. Ni el Estado, ni las empresas ni las familias. Bueno, estas últimas no lo hacen porque no se lo permiten. La gran empresa y España viven de la deuda, que pagamos entre todos. Y así nos va.

La bonanza no se puede medir por la morosidad. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com