Sr. Director:
El primer ministro británico, David Cameron, cometió la torpeza de incluir en su programa electoral, sin necesidad, un referéndum sobre el mantenimiento de Gran Bretaña en la Unión Europea, con la idea de confirmarlo. El resultado le fue adverso, tuvo que dimitir y, a partir de entonces, todo ha sido una sucesión de tropiezos y discordias entre los conservadores que, al final, han llevado a Boris Johnson a la residencia del 10 de Downing Street. Pasado el 31 de enero ya no hay marcha atrás.
Ahora queda negociar un tratado comercial que se verá dificultado por los cantos de sirena de Estados Unidos, encantados de la ruptura de Europa. Mucho se hablará a partir de ahora del incierto futuro que espera tanto a la Unión Europea como a esa Gran Bretaña que se cree “libre” de los lazos europeos. Para empezar, el Reino Unido tendrá que lidiar con la renovada aspiración de independencia de Escocia, que no está dispuesta a separarse de Europa, y con sus relaciones comerciales y fronterizas con Irlanda.