Sr. Director:
La fe sin obras es una fe muerta, de la misma manera que en la carrera de una solidaridad sin sentido último, se puede agostar el impulso meramente humano y se termina acabando por tirar la toalla. Esa devoción, ese estar enamorados del corazón de Cristo, no es para superdotados, ni engreídos. Como ha subrayado el Cardenal Omella, en el congreso de Evangelización celebrado la última semana de septiembre en la diócesis de Getafe, es preciso que vivamos enamorados de Jesús desde la humildad y la sencillez, porque así haremos expansivo ese amor y proyectaremos en nuestras vidas la predilección que Dios tiene por los más sencillos, por los últimos y olvidados de la historia, por esos ángeles que a menudo pasan inadvertidos y que nos lanzan el desafío de ponernos verdaderamente en juego para rescatarles de los márgenes, darles la bienvenida y acogerles, protegerles, promoverles e integrales entre nosotros.