Sr. Director:
En este momento terrible, el tiempo del coronavirus, que nos ha tocado, en el que día tras día se hace necesario recordarles a algunos lo más elemental, lo más obvio (decía Ayn Rand que “Las más difíciles de explicar son las verdades evidentes que toda la gente ha decidido no ver”.), pienso que viene a cuento citar un párrafo del libro de Erasmo de Rotterdam, “El encomio a la estulticia”, mal traducido a la lengua española como “El elogio a la locura”. Decía Erasmo que “más vale tener gobernantes malvados que gobernantes estúpidos e ignorantes -por supuesto, mejor es tener buenos gobernantes- porque los primeros, los malvados, son previsibles: de ellos sabemos que sólo se puede esperar maldades. De los segundos, los estúpidos e ignorantes, nunca se sabe lo que nos puede llegar, puesto que, al ser ígnaros y estultos, son absolutamente imprevisibles”.
Afirma Carlo Cipolla, en “Alegro ma non troppo” que, un individuo estúpido es el tipo de persona más peligrosa que puede existir. Y añade que, el summum de la estupidez es el individuo que, causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener él ganancia personal alguna, o, incluso peor todavía, acaba provocándose daño a sí mismo.
Cualquiera que esté leyendo este texto, estará pensando inevitablemente en que, la causa fundamental de que, España está sufriendo lo que han dado en llamar la “la pandemia del coronavirus” se debe principalmente a que, quienes llevan las riendas son gente malvada, canallas e hijos de mala madre… pero, si se ahonda un poco, se llega a la conclusión de que, más que canallas son gente estúpida, aparte de mediocre e inoperante.
Diríase que la franquicia española de la “internacional de la estulticia” se ha hecho con el poder en el peor momento, para desgracia de los españoles. Diríase que la mayoría de nuestros conciudadanos que, hemos de pensar que no son estúpidos, ha subestimado el potencial dañino de la gente más estúpida de los que se presentaron a las últimas elecciones. Diríase que, han sido muchos los que se han asociado a individuos estúpidos y que les han entregado su confianza…
Algunos lo reconocen en privado (en público les cuesta todavía) y de momento no es de esperar que pidan perdón al resto de los españoles, por haber aupado al poder a semejantes estúpidos. Pero, otros (y no son cuatro gatos), sea por estupidez, sea por maldad, o por ambas cosas, justifican y apoyan de manera entusiasta las estúpidas ocurrencias de sus líderes y no tienen la humildad suficiente para reconocer que, ellos con sus votos son los responsables de la negligencia criminal del gobierno de Pedro Sánchez.
Si, entre otras cuestiones, algo está fomentando la actual crisis de salud pública es que los malvados, los canallas se están retratando, algunos sin recato de ninguna clase, tanto entre los fanáticos seguidores y afiliados de los partidos de izquierda, como entre los trovadores, aplaudidores y lameculos diversos de los medios de manipulación de masas (así hay que denominar a los periódicos, radios y televisiones aduladores del gobierno, generosamente regados con nuestros impuestos).
Pues sí, amigos, no hay cosa peor que un estúpido con poder. Claro que, generalmente, a los estúpidos también se les suele unir gente malvada, psicópatas, sin conciencia, sin escrúpulos morales, por aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”… Seguro que alguno ya está pensando en un tal Pablo Iglesias Turrión ¿NO?
El esquema de pensamiento de quienes nos mal-gobiernan es como aquel niño que estaba jugando en la playa, e iba, una y otra vez, con su pequeño cubito en la mano, hasta la orilla del mar. Lo llenaba de agua y corría sobre la arena caliente para descargarlo en su piscina hinchable. Su padre observaba su ir y venir, y le regalaba una enorme sonrisa.
Transcurrido un buen rato, tras una larga ristra de viajes, la niña acabó llenando la piscina... Pero, para sorpresa de su padre, la niña no paró y siguió yendo hasta el borde el mar, y siguió echando agua en su piscina, a pesar de que, cada vez que vaciaba el cubito, la piscina rebosara y el agua cayera en la arena.
El padre se le acercó y le dijo en voz baja: “No te das cuenta de que la piscina ya está llena. Solo estás derramando agua en la arena”. La niña lo miró con ese gesto de censura que se dirige a quien no entiende lo evidente. “No te das cuenta de que quiero meter todo el mar en la piscina”.
La infantil arrogancia de la niña, debido a su inmadurez, la lleva a creer que es posible meter la inmensidad del océano en una piscina.
Pues sí, aunque parezca paradójico, la capacidad intelectiva de algunos es muy peligrosa. Tiende a hacerles creer que pueden resolver todos los problemas que se les ponga por delante, como si dispusieran de una barita mágica, o con sólo desearlo, tal como la niña que pretendía meter todo el agua del mar en una pequeña piscina hinchable. Estamos hablando de una estupidez que lleva a la arrogancia. Y la arrogancia es la fuente principal del error. El premio Nobel de Economía Friedrich Hayek llamó a esta forma de pensar “La fatal arrogancia”.
En estas circunstancias terribles en las que, no para de crecer el número de infectados y de muertos por el coronavirus, no es momento de hacer experimentos de ingeniería social centralizada, tal como al parecer pretende el gobierno de Pedro Sánchez, actuando al dictado del malvado Pablo Iglesias que, según parece piensa que es Lenin resucitado y que la España actual es como la Rusia de 1917, o algo parecido… Tampoco hay que olvidar que, tal como algunos afirman, un socialista y un comunista, al fin y al cabo son iguales, lo único en que se diferencian es que, los socialistas tienen más paciencia. El caso es que, lo que están demostrando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es que hacen suyo aquello de “cuanto peor, mejor”. Es por ello que están emprendiendo una carrera desenfrenada, aunque sea dando pasos de ciegos, hacia el intervencionismo, la planificación centralizada de la economía, y la abolición –de facto- de la Constitución Española de 1978.
Las olas del mar y las mareas se mueven por infinidad de factores agregados que no pueden regularse, planificarse, metiendo agua en una piscina. Y la competencia, los mercados y la convivencia social son tan complejos e inmensos como el mar. El intento de llenar la piscina es un acto de arrogancia. El esfuerzo regulatorio suele ser exactamente lo mismo. Y, todo esto es lo que, quienes nos mal-gobiernan no acaban de entender, cuando, llevados por su soberbia, e ignorancia, dan prioridad a la propaganda, en lugar de poner en primer lugar de su lista de prioridades el derecho a la vida y a la salud de los españoles, el derecho a la libertad, el derecho a la propiedad, y un largo etc.
¿Alguien del gobierno se ha planteado tras días y días de mantener a la mayoría de los españoles enclaustrados que, el confinamiento no está frenando el número de contagiados y de muertos por el coronavirus?
¿Alguien del gobierno ha pensado que mientras no se localice a todos los infectados, y mientras no sean aislados, el virus seguirá propagándose? ¿De qué sirve limitar el derecho al libre tránsito, a la libre circulación de los españoles en general, paralizar parte de la producción, etc. si un gran número de españoles, a los cuales no se les ha realizado ninguna prueba para saber si están contagiados, siguen moviéndose por todo el territorio nacional y propagando el virus entre compañeros de trabajo, vecinos, familiares, amigos, etc.?
Son muchos los días que me levanto de la cama con la sensación de que esta guerra ya ha sido ganada por el coronavirus, pues el tedio, la rabia contenida, la sensación de impotencia que me habitan, como supongo que le ocurre a muchos españoles, me lleva a ello… pero, no es cuestión de desesperar. Es evidente, siendo realistas, que esto no va a acabar mañana, pues los estúpidos y malvados que nos mal-gobiernan han actuado a destiempo, chapuceramente, mal, y siguen empecinados en ello, pero, seguro que el pueblo español acabará dando una vez más muestras de sabiduría y de bien hacer, como ha ocurrido en otros momentos de la historia en la que la Patria estuvo en peligro, y tardemos más, o tardemos menos, acabarán desalojando del gobierno a quienes no acaban de entender (y posiblemente nunca lo logren) que los gobernantes sabios, sensatos, poseen humildad y no se dejan llevar por la arrogancia.
Esperemos que, sea porque alguna autoridad así se lo exija, o por propia iniciativa, los actuales gobernantes se echen a un lado y dejen las riendas a quienes saben de cómo preservar la salud, o sea, los médicos; y a los que más saben de orden público y de seguridad, o sea: las diversas policías y las fuerzas armadas, tanto médicos como fuerzas de seguridad bajo un mando único. Si esto no acaba sucediendo, lo que sí es seguro es que esta banda de estúpidos y malvados nos llevarán a una catástrofe de la cual será muy complicado recuperarse…
¿Se atreverá el Rey Felipe, por poner un ejemplo, a ejercer y asumir la jefatura de las fuerzas armadas y nombrar un gobierno de concentración ante la situación de emergencia que sufre España?