Sr. Director:
A los cristianos de hoy, como a todos los que nos han precedido en estos 20 siglos, el Señor nos pide que demos testimonio de nuestra Fe, con las palabras y con las obras, en todos los rincones del mundo, a todas las culturas de los hombres. Un mandato, una invitación, que seguirá en vigor hasta el fin de los tiempos.
Es el mismo mandamiento que Él dio a los apóstoles: ir a todo el mundo, predicar el Evangelio y bautizar a todos los pueblos, con amor, sacrificio y en libertad- Nosotros, los cristianos de hoy, hemos de ser consecuentes y dar testimonio de Fe, de Esperanza y de Caridad, con nuestra palabra y nuestra vida. Y si es necesario, hasta con el martirio.
Quizá no tengamos que llegar al derramamiento de sangre; pero sí hemos de dar testimonio sin importarnos en absoluto el juicio que puedan hacer los demás de nosotros. No hacerlo por temor a que no nos entiendan, a hablar sólo de Jesús porque decir que Cristo es Dios y hombre verdadero parezca algo ya pasado de moda, es el “sexto complejo” que tenemos que vencer.
“Sexto complejo” que viene a ser consecuencia de los demás que ya hemos analizado, y que mueven a tantos cristianos –laicos, sacerdotes; hombres y mujeres, jerarquía y fieles de a pie-, a no querer “nadar contra corriente”, no herir la sensibilidad de nadie, a acoger a todos en una amistad “sinodal”, superficial y ficticia, que se limita a hablar del cuidado de la “casa común” y de acoger a todos, de respetas a todos, porque todos somos iguales.
Para dar ese testimonio hemos de tener nuestra mirada, durante el normal correr de los días, en dirección elevada al Cielo, a la Vida Eterna. Adorando ya a Cristo, Vida Eterna, en el Sagrario.