Sr. Director:
Benedicto XVI destacó, en una alocución de hace unos meses, la necesidad de reconocer la vida del hombre desde el primer instante como vida humana, portadora de dignidad propia.

 

En caso contrario, advirtió, estaremos siempre en presencia del peligro de un uso instrumental de la ciencia, con la inevitable consecuencia de caer fácilmente en el libre arbitrio, en la discriminación y en el interés económico del más fuerte.

Y es que la historia ha mostrado cuán peligroso y deletéreo puede llegar a ser un Estado que procede a legislar sobre cuestiones que tocan a la persona y a la sociedad, pretendiendo ser él mismo fuente y principio de la ética.

El Papa destacaba también en la misma ocasión que la ley moral natural, fuente de su propio carácter universal, permite conjurar este peligro y sobre todo ofrece al legislador la garantía para un auténtico respeto, tanto de la persona como del entero orden de la creación y es que ésta, la creación, se pone como fuente catalizadora de consenso entre personas de culturas y religiones distintas y permite ir más allá de las diferencias, porque afirma la existencia de un orden impreso en la naturaleza por el Creador y reconocido como instancia de verdadero juicio ético racional para perseguir el bien y evitar el mal.

Jesús D Mez Madrid