Se me enfadan algunos lectores por relacionar a Esperanza Aguirre con el aborto. Este es uno de esos espejismos sobre la imagen pública de determinados personajes. Para muchos votantes del PP, sí, también para muchos cristianos, Gallardón es un abortista y partidario del homomonio. Lo es, ciertamente, pero no lo es menos su compañera. Y sin embargo enemiga acérrima, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
El Gobierno de la Comunidad de Madrid financia más del 22% de los abortos que se perpetran en las clínicas privadas madrileñas, es decir, en los mataderos humanos. Ahí tienen una prueba, en forma de factura, de la clínica Dator. Por cierto, es discutible si un Gobierno autónomo no puede evitar que se perpetren abortos en centros públicos pero ninguna ley le obliga a doña Esperanza a ejecutarlos en privados o a financiar, vía concierto, el asesinato en los mataderos particulares. Eso lo hace doña Esperanza porque le viene en gana y puede evitarlo cuando le venga en gana. A ello le emplazo.
Y, para no ser malo, no hablaré de la financiación indirecta de abortos a través del dinero que circula desde la Comunidad de Madrid a los ayuntamientos de la región, que también financian este homicidio del ser humano más indefenso y más inocente.
Sí, Esperanza Aguirre es abortista. Sí, un católico, al menos ésa es mi opinión, no puede votar a Esperanza Aguirre. Mi opinión y la de la Conferencia Episcopal española, que antes de las anteriores elecciones dejó bien claro, en su documento de 10 puntos, que un católico no puede votar a una partido político que permite y fomenta la matanza de niños indefensos. La vida es un principio no negociable, y no vale el mal menor.
Por tanto, un cristiano no puede votar a Esperanza Aguirre. Ni a ella ni a Trinidad Jiménez, ciertamente. Trinidad Jiménez es otra entusiasta del aborto y la eutanasia. Pero eso ¿no es un triste consuelo?
De todas maneras, se acercan las elecciones. Ahí tienen doña Esperanza una excelente oportunidad para deshacer el equívoco. Por mí, basta con que manifieste su apoyo indubitable a la persona desde la concepción hasta la muerte natural y basta con que suprima los conciertos con las clínicas abortistas: nadie le obliga a ello.
Eulogio López
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