Europa tropieza dos veces en la misma piedra (tres, si contamos los recortes de la deuda soberana). En lugar de dejar quebrar a los bancos y proteger a los depositantes, Merkel se echa en manos de los mercados financieros. El FMI echa leña al fuego: asegura que la banca europea precisa otros 200.000 millones de euros. ¿Por qué ese empeño en salvar a los bancos? Para que sostengan la deuda pública de los políticosLa cosa empezó en Christine Lagarde quien, como directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), aseguró que los bancos europeos necesitaban una segunda recapitalización por valor de 200.000 millones de euros. Curioso, porque hace apenas un mes, como ministra de Economía de Francia, aseguraba que la banca europea ya estaba saneada.
Es decir, que, tras el primer salvamento con dinero público de los bancos británicos, holandeses, alemanes, suizos, irlandeses -en menor medida franceses e italianos, en mucha menor medida españoles-, todo ello con dinero público, ahora se nos comunica que no están saneados y que precisan más capital. Naturalmente, ese dinero no vendrá del sector privado, que no está dispuesto a arriesgar en la banca europea, sino del sector público, o sea, de todos.
Obediente a la barbaridad planteada por Lagarde, la Agencia Bancaria Europea (EBA) ha solicitado a los gobiernos de la Unión que permitan al fondo de rescate europeo la ayuda directa a los bancos.
En definitiva, Europa, con Lagarde y Merkel a la cabeza tropiezan otra vez en la misma piedra de 2008 y 2009. Cuatro años después de que estallara la crisis (en septiembre de 2007) pretenden volver a ayudar a la banca con fondos públicos, dado que no se recapitalizará con fondos privados. La razón: Basilea. Y por partida doble. Primero porque se ha impuesto el interés norteamericano, es decir, el de los bancos de inversión, los más especulativos. Los intereses de los mercados financieros norteamericanos imponen que un banco bueno es aquel que tiene mucho capital, cuando un banco solvente es aquel que tiene poca morosidad.
Si lo quieren de otra forma: el Nuevo Orden Mundial (NOM) basa toda su arquitectura financiera global en que un banco bueno es un banco grande, controlado por los fondos institucionales, y en que los pequeños no pueden subsistir. Desde luego, con las exigencias de Basilea es, en efecto, muy difícil que sobrevivan.
Pero hasta aquí todavía nos quedamos en el FMI, en Wall Street. La pregunta es, ¿Por qué la canciller alemana Angela Merkel apoya esta nueva oleada de ayudas a la banca privada cuando esta técnica supone un golpe a la economía europea? Pues debido al segundo mandato de Basilea (II y III): porque esa arquitectura financiera global del NOM, no sólo exige una capitalización enorme de las entidades, sino que pondera el uso de recursos propios a favor de los intereses políticos, a favor de los gobiernos. En resumen, la inversión de los bancos en deuda pública apenas no consume recursos propios, capital, mientras que los préstamos al ciudadano y a las empresas -sea hipotecas, descuento comercial, inversión empresarial o crédito al consumo- merma la exigida capitalización bancaria. Y lo que más merma, es la inversión en renta variable, especialmente si conlleva el control del accionariado de una empresa.
En otras palabras, Basilea es un mecanismo que obliga a los bancos a invertir en la deuda pública que emiten los gobiernos más irresponsables (ahora mismo, todos). Merkel ha descubierto que resulta más barato ayudar a los bancos a capitalizarse y exigirles comprar deuda pública que rescatar a Grecia, Irlanda, Portugal… y todos los demás que, de seguir ese camino de extorsión institucional, les habrían acompañado, como Italia o España.
¿Cuál es la alternativa? Pues dejar quebrar a los bancos quebrados lo que, por el momento, sólo ha hecho Islandia (Y así de bien le va). Dejar quebrar un banco quebrado es lo justo y lo liberal. Pero, ojo, dejar quebrar a la institución sin abandonar a sus depositantes (sí a sus inversores y accionistas). De hecho, todos los gobiernos europeos disponen de un plan de salvamento de los depósitos bancarios. Alemania, al 100 por 100. España menos, pero el gobierno asegura que si un banco quiebra todos sus depositantes recibirán del Estado hasta 100.000 euros.
En cualquier caso, otro salvamento bancario con fondos públicos resultaría una nueva injusticia social y un gasto que impediría la inversión pública y la reducción del déficit. Sería entrar, una vez más, en la Europa plutocrática.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
Es decir, que, tras el primer salvamento con dinero público de los bancos británicos, holandeses, alemanes, suizos, irlandeses -en menor medida franceses e italianos, en mucha menor medida españoles-, todo ello con dinero público, ahora se nos comunica que no están saneados y que precisan más capital. Naturalmente, ese dinero no vendrá del sector privado, que no está dispuesto a arriesgar en la banca europea, sino del sector público, o sea, de todos.
Obediente a la barbaridad planteada por Lagarde, la Agencia Bancaria Europea (EBA) ha solicitado a los gobiernos de la Unión que permitan al fondo de rescate europeo la ayuda directa a los bancos.
En definitiva, Europa, con Lagarde y Merkel a la cabeza tropiezan otra vez en la misma piedra de 2008 y 2009. Cuatro años después de que estallara la crisis (en septiembre de 2007) pretenden volver a ayudar a la banca con fondos públicos, dado que no se recapitalizará con fondos privados. La razón: Basilea. Y por partida doble. Primero porque se ha impuesto el interés norteamericano, es decir, el de los bancos de inversión, los más especulativos. Los intereses de los mercados financieros norteamericanos imponen que un banco bueno es aquel que tiene mucho capital, cuando un banco solvente es aquel que tiene poca morosidad.
Si lo quieren de otra forma: el Nuevo Orden Mundial (NOM) basa toda su arquitectura financiera global en que un banco bueno es un banco grande, controlado por los fondos institucionales, y en que los pequeños no pueden subsistir. Desde luego, con las exigencias de Basilea es, en efecto, muy difícil que sobrevivan.
Pero hasta aquí todavía nos quedamos en el FMI, en Wall Street. La pregunta es, ¿Por qué la canciller alemana Angela Merkel apoya esta nueva oleada de ayudas a la banca privada cuando esta técnica supone un golpe a la economía europea? Pues debido al segundo mandato de Basilea (II y III): porque esa arquitectura financiera global del NOM, no sólo exige una capitalización enorme de las entidades, sino que pondera el uso de recursos propios a favor de los intereses políticos, a favor de los gobiernos. En resumen, la inversión de los bancos en deuda pública apenas no consume recursos propios, capital, mientras que los préstamos al ciudadano y a las empresas -sea hipotecas, descuento comercial, inversión empresarial o crédito al consumo- merma la exigida capitalización bancaria. Y lo que más merma, es la inversión en renta variable, especialmente si conlleva el control del accionariado de una empresa.
En otras palabras, Basilea es un mecanismo que obliga a los bancos a invertir en la deuda pública que emiten los gobiernos más irresponsables (ahora mismo, todos). Merkel ha descubierto que resulta más barato ayudar a los bancos a capitalizarse y exigirles comprar deuda pública que rescatar a Grecia, Irlanda, Portugal… y todos los demás que, de seguir ese camino de extorsión institucional, les habrían acompañado, como Italia o España.
¿Cuál es la alternativa? Pues dejar quebrar a los bancos quebrados lo que, por el momento, sólo ha hecho Islandia (Y así de bien le va). Dejar quebrar un banco quebrado es lo justo y lo liberal. Pero, ojo, dejar quebrar a la institución sin abandonar a sus depositantes (sí a sus inversores y accionistas). De hecho, todos los gobiernos europeos disponen de un plan de salvamento de los depósitos bancarios. Alemania, al 100 por 100. España menos, pero el gobierno asegura que si un banco quiebra todos sus depositantes recibirán del Estado hasta 100.000 euros.
En cualquier caso, otro salvamento bancario con fondos públicos resultaría una nueva injusticia social y un gasto que impediría la inversión pública y la reducción del déficit. Sería entrar, una vez más, en la Europa plutocrática.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com