Alguien ha colocado un artefacto explosivo, también llamado bomba, en la catedral de la Almudena, con un kilo de pólvora y preparado para explosionar a una hora aun no anunciada. Estaba colocado en el interior de un confesionario (al parecer, al golfo que la puso ahí no le gusta el sacramento de la Penitencia) y fue desactivado a tiempo.
Una acción que ya tuvo un precedente histórico cuando el 7 de abril de 1999 -plena Semana Santa- el GRAPO colocó una bomba en uno de los confesionarios de la basílica pontificia de El Valle de los Caídos, y que en este caso hizo explosión sin causar heridos.
Los medios progres, tanto progresistas de izquierda como progres de derecha, se han apresurado a dictaminar lo siguiente:
1. El artefacto era de baja intensidad. Como mucho, podría haber matado al confesor y al penitente, poco más. Además, se trataría de dos reaccionarios: un cura que confiesa y un tipo que le va a contar sus miserias al cura.
2. Las sospechas recaen sorbe un antisistema o sobre un loco. Prudente conclusión pre-investigación policial. Si se trata de un antisistema, el asunto resulta comprensible. Los perroflautas están más que justificadamente dolidos con una institución como la Iglesia de Roma, que no deja de apoyar a los poderes políticos y económicos que laminan al pueblo, es decir, a los perroflautas. Si se trata de un enajenado, aún mejor. Así se aleja el "espantajo del anticlericalismo" -una de las frases favoritas de El País-, falsa persecución promovida por el victimismo clerical.
3. Encima, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado se encuentran con la dificultad de la negligencia clerical, pues la Almudena posee cámaras que no estaban enchufadas. Es decir, que si hubiera ocurrido algo, el culpable no sería el culpable, sino los curas. Es obvio, ¿no
La verdad es que el cristianismo es de lo más antisistema que existe. La izquierda y la derecha luchan por sus intereses. La izquierda quiere que manden los funcionarios o asimilados -es decir, ellos-; la derecha quiere que manden los grandes poderes políticos y económicos -es decir, ellos-. La Iglesia, contra los unos y contra los otros, propone la civilización del amor y que mande el individuo sobre la colectividad y, en genérico, lo pequeño sobre lo grande.
En cualquier caso, que los cristianos no chillen demasiado. La verdad es que se lo tienen merecido. Eso es, precisamente, lo que piensa el Comando Mateo Morral, que ha reivindicado el atentado, perdón, el incidente. Son gente culta. Por ejemplo, se hacen llamar Mateo Morral, más que nada porque el anarquista que atentó contra Alfonso XIII el día de su boda, lo hizo a pocos metros (Calle Mayor) de sus sucesores (Catedral de la Almudena) 107 años atrás. Lo que me extraña es que en su reivindicación hablan de darle caña a la monarquía borbónica, cuyo palacio se ubica treinta metros más allá de la catedral. Pero es lo que ocurre: los Reyes, aunque ya no vivan en Palacio, se protegen mejor que los curas. Además, para estos monstruos de la cultura histórica, un rey y un cura son una misma cosa, igualmente repugnante: enemigos del pueblo.
Eulogio López
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