Sr. Director:
Considero que tras el análisis de la avalancha de noticias, leyes y discordias continuas que se abren en la sociedad española, la sociedad española está enferma, y con una gravedad ciertamente preocupante. La enfermedad se llama egoísmo. Explicaré por qué, cuando uno analiza las razones que se están dando a favor de cuestiones como la unión de personas del mismo sexo, aborto, eutanasia, píldora del día después, cuestiones independentistas, etc, básicamente la argumentación que se realiza, como dice el Presidente y el ministro de Justicia ¿a quién perjudica?. ¿A quien perjudica que dos personas del mismo sexo quieran disfrutar de unos derechos?, y esta pregunta aplicada a todos los temas candentes.
Aparte de que las cuestiones en sí mismas son contrarias al más elemental orden moral, dichas cuestiones así planteadas encierran un profundo egoísmo. Egoísmo del yo, de pensar únicamente en mí mismo, sin reparar en el bien o mal que mis comportamientos pueden producir en los demás. Todo lo que hacemos tiene una clara interrelación social, por eso es claramente injusto decir expresiones de ¿A quien perjudica? o yo con mi cuerpo hago lo que quiero.
Se llama egoísmo al estado en el que el yo, individual se afirma con exceso sobre el yo social. Por esta razón se denomina egoísta al tipo particular de suicidio que resulta de una individualización desmesurada. El resultado que se obtiene del individualismo excesivo es favorecer la acción de las causas del suicidio.
Por todo lo anteriormente dicho, no se entiende nada de lo que ocurre en la vida nacional, desde el más elemental sentido común y complica y de que manera la convivencia entre nosotros, todos sabemos lo difícil que es convivir con un egoísta y en un futuro potencial suicida.
Los temas candentes son la estructura de la sociedad, los pilares sobre la que se arma el resto de la construcción, y los ciudadanos de sentido común no podemos dejar que adquieran fuerza de ley, cada uno en ejercicio de su libertad se comportará como quiera, pero el Estado no puede darles carácter de ley, es contrario al bien común y si eso se legisla deberá legislar todo, hasta las mayores burradas.
Sólo recordar las palabras de Juan Pablo II: ¡España vuelve a tus raíces cristianas!
Luis García