Este año el ministerio de Sanidad ha decidido adelantar la publicación de los malos datos de abortos en España. Quizás para evitar que el debate que se pretende cerrar cuanto antes no amargue las vacaciones navideñas, fecha en la que se hacían públicos los datos en los en los últimos años.
Según las estadísticas del ministerio de Sanidad y Consumo, la cifra de abortos provocados se elevó en el 2007 un 10,38% hasta los 112.138 abortos registrados. Matizamos en lo de registrados porque los propios centros reconocen en privado que existe mucha infrarrepresentación estadística debido a que lo que se comunica a Sanidad, se comunica a Hacienda. La propia investigadora del CSIC, Margarita Delgado, llamada a la subcomisión por el PSOE, reconoce esta infrarrepresentación.
Por lo demás, no hay novedades. La cifra de abortos realizados en centros privados asciende al 97,92% frente al 97,49% del 2006. Los abortos hasta la semana 16 (la que el Gobierno quiere poner de límite en la ley de plazos) supone un 94,35% del total. La salud física o psíquica de la madre sigue siendo el motivo aludido por la práctica totalidad de las mujeres que abortan (96,93%). El aborto por riesgo fetal se sitúa en el 2,91%, es decir, 3.263 abortos eugenésicos realizados en el 2007. Por último, la cifra de centros se eleva de los 135 a los 137. Dos más para el drama del aborto. Porque el aborto es un drama para la mujer. Así lo denuncia Esperanza Puente, una mujer que sufrió el aborto provocado de su hijo hace trece años. Puente dará su testimonio este miércoles en la subcomisión parlamentaria. También lo señala así Montse, que abortó en Les Corts el pasado mes de octubre.
Desgraciadamente, el IPF acertó en sus estimaciones. No obstante, la noticia coincide con el lanzamiento del video del actor de Bella, Eduardo Verástegui en el que decide sumarse a Derecho a Vivir, la plataforma lanzada por Hazteoir para luchar por el derecho a la vida de los no nacidos. Además, preguntan al Gobierno qué harán para reducir estas cifras que evidencian un clamoroso fracaso social