Hasta la OCDE nos afea nuestros bajos salarios. A lo mejor no lo hace por un ideal de justicia social sino porque hasta el más bobo se da cuenta de que, si no crece el consumo interno, la economía española nunca podrá despegar. O también, porque el peligro de inflación es hoy de deflación y la influencia de los salarios en el IPC es mínima.
El cáncer no se cura con compresas. Al parecer el único que no se ha dado cuenta de que la moderación salarial no es buena, sino negativa para la economía española es don Mariano Rajoy, empeñado en crear empleo a largo plazo, gota a gota, mientras el país se desangra. Sigue empeñado Rajoy en primero reducir el déficit -que sí, hay que reducirlo- y luego crear empleo, en lugar de intentar ambas cosas a un tiempo.
En segundo lugar, simplificar la normativa laboral: Despido libre con indemnización conocida de antemano, reducción de los contratos laborales a uno sólo, indefinido, y reducción de los impuestos para los emprendedores. A lo mejor así caemos en la cuenta de que la única posibilidad de futuro consiste en el emprendedor, en el autónomo, en el cuentapropista. Un detalle: la reforma fiscal iguala el impuesto de sociedades de la microempresa con los de una gran corporación (lo que no deja de ser un avance porque hasta ahora los grandes pagaban menos impuestos de sociedades que los pequeños. Pero eso se tiene que terminar).
Un desempleo como el eternamente vigente en España no se soluciona con medidas parciales, con compresas: exigen cambio del modelo productivo y de todas las relaciones laborales. Exige, por de pronto, que cambiemos el trabajo seguro pero precario por el trabajo inseguro pero bien pagado. Particularmente, porque el trabajo seguro ha dejado de existir.
Y todo ello, empezando por subir el salario mínimo.
Eulogio López
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