El departamento de quejas de El Corte Inglés recibió una petición un tanto extraña de una de sus empleadas en Sevilla. Al parecer, un cliente había ido a comprar calcetines, pero resultó que todos los calcetines puestos a la venta estaban fabricados en Cataluña. Eso, naturalmente, es muy grave, razón por la que el cliente exigió que se le ofrecieran calcetines fabricados en cualquier otro lugar, nacional o extranjero. Por el momento, no han podido complacerle, quizás en la esperanza de que se fuera a la mercería de la esquina, pero al parecer, el susodicho insiste, e Isidoro Álvarez no sabe qué hacer.
Lo del anticatalanismo está empezando a alcanzar cuotas peligrosas. No es de extrañar que sea lo que más le preocupa a Zapatero.