Tanto el ex ministro Montilla como el ex alto comisionado para las Victimas, Gregorio Peces-Barba, recibieron el pasado viernes la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Ambos recibieron loas y elogios por parte de la vicepresidenta De la Vega. Especialmente el rector de la Carlos III de quien la vice dijo que había sido un privilegio trabajar con él, un padre de la patria como todo el mundo sabe.
La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III fue establecida por el mejor alcalde de Madrid (como Gallardón) el 19 de septiembre de 1771. Bajo el lema virtuti et merito se quería condecorar a aquellas personas que se hubiesen destacado por sus buenas acciones a favor de España y la Corona. Se trata de la más distinguida condecoración civil. Un Real Decreto de 1992 fija como objetivo de este reconocimiento recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.
No tenemos muy claro que Peces-Barba haya prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación habiendo insultado, humillado y dividido a las víctimas. Ni tampoco que Montilla sea merecedor de tan excelsa mención después de la pésima gestión de la opas eléctricas. Que la mención de ex responsables del gobierno sea otorgada por el propio Ejecutivo cuando estos salen por la puerta de servicio, no ofrece demasiado valor a la medalla.