Lo decía uno de los miembros del quipo que elaboró el famoso Código Olivencia: Hemos hablado de todas y cada una de las cuestiones de buen gobierno, menos de la única importante: las retribuciones de los administradores. Desde que se pusieron de moda los códigos de buen gobierno (Aldama, Olivencia, Cadbury), se han tratado en efecto todas las cuestiones y se han puesto de moda conceptos tales como el de Consejero Independiente o Dominical, pero muy poco se ha avanzado a la hora de fijar la retribuciones de consejero y ejecutivo, verdadero nudo gordiano del que depende el resto del buen gobierno corporativo y la cuestión básica de la austeridad de la administración de intereses.
En cualquier caso, el Instituto de Empresa Familiar ha elaborado un código de buen gobierno de la empresa familiar. Entre otras cosas, este código aconseja la creación del Consejo de Familia, una especie de estructura paralela al Consejo de Administración y que tendría como objetivo solventar los conflictos entre las distintas ramas familiares, que suelen desarrollarse a partir de la segunda generación y evitar los problemas de la compañía: las ventas de paquetes a terceros, ventas que rompen la unidad accionarial. Podríamos decir que se trata de un consejo anticuñados y antiyernos.