Los proyectos de ley que preparan el Senado norteamericano son restrictivos para los inmigrantes mexicanos. Es decir, que tanto la administración Bill Clinton como la de George Bush quieren liberalizar el tráfico de capitales y de mercancías entre Estados Unidos y México (y Canadá) pero al mismo tiempo cierran las fronteras al tercer factor de la producción: el trabajador.
Los obispos norteamericanos y mexicano han formado un frente común para evitar la aprobación de leyes aun más restrictivas que las actuales. No hay que olvidar (ver Informe de la Agencia Zenit) que en Estados Unidos trabajan 12 millones de mexicanos, la mitad de ellos indocumentados.