Jueves 2 de mayo, Día de la Comunidad de Madrid. Cuando Pedro Sánchez acaba de lanzar su campaña de regeneración democrática, es decir, su campaña para someter España a sus dictados -algo escasamente democrático- y arrasar a todo aquel que se atreva a enfrentase a sus designios, su mayor adversario político, una tal Isabel Díaz Ayuso, celebra su fiesta.

Frente a esta campaña se alza Madrid donde gobierna Isabel Díaz Ayuso, convertida en un baluarte contra las aspiraciones, pelín totalitarias, del inquilino de la Moncloa. La política española se reduce hoy al pulso entre dos madrileños: Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, con Núñez Feijóo, a la espera del resultado del duelo.

Isabel Díaz Ayuso es otra cristiana sin Cristo. Su cosmovisión es católica pero no vive como católica. Y esa incoherencia, al final, se paga. No sé si en su carrera política pero sí a nivel personal

De hecho, a día de hoy, la política, tanto en España como en toda Europa, consiste en una pugna, meramente electoral, meramente de poder, entre un progresismo de izquierda y un progresismo de derechas. Estamos, y el asunto es grave, en una España y una Europa poscristianas. Es decir, en una Europa que ha dejado de ser ella misma.

En ese ambiente, Ayuso no vence por su programa, vence por su valentía social: al revés que todos los líderes de derechas, no tiene miedo a decir lo que piensa. Y eso no sólo triunfa en Madrid, como aseguran los nacionalistas vascos y catalanEs: se impone en toda España y en toda Europa, donde la derecha no sólo es acomplejada sino traidora a sus principios y esclava del progresismo.

El ideario de Ayuso, sobre todo con el derecho a la vida y a la familia, no me gusta nada pero ella cae irremisiblemente simpática. Su resistencia a la campaña rabiosa de Pedro Sánchez contra su familia le ha convertido en una heroína para muchos

Paréntesis: me sorprenden las constantes alusiones de mis amigos indepes, tanto vascos como catalanes, y de la izquierda comunista, tanto Sumar, el Bloque gallego, Compromís o los nacionalistas baleares y canarios, cuando hablan de 'Madrid'.

Pero hombre, si los madrileños no existen. Madrid es un aluvión de emigrantes de todas las regiones españolas, que conviven con increíble armonía en la ciudad más acogedora de España. Dura para vivir, como toda metrópoli, pero donde nadie se siente foráneo porque todos lo fueron o lo son.

En ese ambiente, Madrid es la ciudad más católica de toda España, al menos, y no es poco, si a la presencia sacramental nos referimos, asistencia la misa, etc. Ojo, algo que no suele pasar en otras latitudes europeas, donde las megacapitales de los grandes países no suelen dar lecciones de práctica religiosa a las provincias, sino la revés.

Y esta Madrid católica está regida por otra cristiana sin Cristo, llamada Isabel, pero no la Católica. La cosmovisión de Díaz Ayuso es católica pero ella no es un ejemplo muy pío. Y esa incoherencia, al final, se paga, no sé si en su profesión política pero sí a nivel personal.

Aún más. Si analizamos su programa político, sobre todo en lo que respecta al derecho a la vida y a la familia, no puede gustar, ni poco ni mucho, a un católico. Aún así, ella cae irremisiblemente simpática. ¿Por qué? Pues entre otras cosas por su indómita resistencia a la campaña rabiosa de Pedro Sánchez contra ella, lo que le ha convertido en una heroína para muchos. La actitud hipócrita del presidente del Gobierno, quejumbroso porque atacan a su familia mientras machaca a la familia Ayuso, resulta tan hipócrita que la presidenta madrileña no hace más que ganar enteros.

Madrid es hoy la ciudad más acogedora de España. Ahora bien, tiene un cáncer en Lavapiés, donde se ha insertado un 'woke' peligroso, en una capital que ha perdido afán evangelizador

Madrid es hoy la ciudad más cristiana y, por tanto, más acogedora de España. Ahora bien, tiene un cáncer en Lavapiés, donde se ha insertado un 'woke' peligroso en un capital que ha perdido afán evangelizador, en una zona que se encuentra sometida al caos podemita.

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El antiguo veneno del 15-M que aprovechó una buena causa, la lucha contra el oligopolio político para cambiar algo malo por algo peor, que trocó a una elite sin corazón por otra elite sin cabeza ni corazón, ha forjado un ambiente social en el centro de Madrid donde cualquiera que vaya bien vestido es visto como un enemigo explotador y esto es algo más grave de lo que podamos creer. En ese ambiente prolifera la blasfemia contra el Espíritu Santo, ese mundo donde no se discute la verdad sino que la mentira se entroniza como verdad, a conciencia, ese universo donde no sólo prolifera la maldad sino donde la maldad se presenta como el bien deseado: un horror.

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Por lo demás, todo en orden es este Dos de Mayo.