Juan Antonio Bayona vuelve, en Un monstruo viene a verme, a un tema recurrente en su filmografía que aparecía tanto en El orfanato como en Lo imposible: la irreductible relación de amor entre madre e hijo ante un reto casi inasumible, todo ello narrado emocionalmente "desde las tripas" desde el momento que, en la génesis de Un monstruo viene a verme, están los apuntes que dejó la escritora inglesa Siobhan Dowd antes de su fallecimiento, a los 47 años, víctima de cáncer de mama, que luego recogió en su novela Patrick Ness. Todas las noches, desde que su madre cayó enferma, Conor tiene la misma pesadilla pero un día ocurre algo inusitado: alguien le llama desde el jardín. Su sorpresa es mayúscula porque se trata del viejo tejo de la iglesia cercana a su casa que se ha transformado en un monstruo de tamaño descomunal. Acompañado de esta extraña criatura, Conor empezará un proceloso camino para enfrentarse a sus miedos y, sobre todo, a lo que más le aterra: la verdad. Un relato escapista, que mezcla realidad y fantasía, desde el momento que ese niño quiere huir de esa existencia que le aflige. Una historia intimista y psicológica que merecía, y ha tenido, un gran reparto capaz de interpretar con la sensibilidad necesaria. El propio Bayona definía de extraordinario el trabajo realizado por el pequeño actor  Lewis MacDougall, sobre el que reposa casi toda la película, Felicity Jones da la talla en el papel de esa madre dulce, Sigourney Weaver es la abuela encargada de mantener "el tipo" ante la tragedia que asola a la familia y Liam Neeson ha puesto voz al monstruo y también movimiento (se ha hecho mediante la técnica de "motion capture"). Todo está planificado en este relato sobre la impotencia ante la enfermedad de un familiar, alrededor de la perdida y el dolor, sobre crecer a marchar forzadas: son perfectas las transiciones entre  realidad y fantasía, están bien explicadas las complicadas relaciones familiares que se producen cuando ocurren hechos dramáticos y resultan preciosos los cuentos, llenos de  sensatez, que le cuenta el monstruo al niño, donde le insiste que en el comportamiento de los seres humanos no hay solo blancos y negros sino también grises. Sin olvidar la animación para la que se inspiraron en las ilustraciones realizadas para el libro por  Jim Kay. No obstante, como ocurría en Lo imposible, todo este drama humano está afrontado desde el punto de vista de una persona que no cree en el más allá. Ya saben: "Nadie es perfecto". Para: Los que les gusten los dramas humanos emotivos Juana Samanes