Una mañana aciaga un joven madre, Elena, recibe una llamada de su hijo de seis años, Iván, que dice que su padre le ha dejado solo en una playa de Francia. Es lo último que sabe de él. Hasta que un día, diez años más tarde, trabajando en el lugar donde desapareció el menor y donde todavía concibe la idea de recuperarle, conoce a un adolescente, Jean, con el que se obsesiona.

Un cortometraje premiadísimo, y nominado al Óscar,  ha sido el germen del drama del siempre interesante director Rodrigo Sorogoyen, uno de los cineastas españoles preferidos por el público joven, con películas tan diferentes como Stockholm o El Reino.

Los 16 primeros minutos de la película, que son el cortometraje original, son magistrales, porque presenta una situación de angustia que cala, todo ello con un recurso tan sencillo como una llamada de teléfono. El desarrollo del drama que sigue a continuación, y que transcurre 10 años más tarde, produce vaivenes de  interés debido a su ritmo ralentizado que destripa la vida de una mujer que ha sufrido mucho, que ha quedado con una “tara” en su espíritu y que se aferra a cualquier esperanza por loca que ésta sea. Se agradecería que todas estas sensaciones se hubieran resuelto en menos tiempo. a pesar de ello la situación de la protagonista, “la loca de la playa”,  despierta la compasión.

Sorogoyen, como es habitual en él, recurre a los silencios, y se apoya en la brillante actuación de Marta Nieto, lástima que el desenlace sea tan opaco y equívoco.

Para: los que hayan seguido el cine de este joven director y les interese.