No es tanto como dice Espinosa de los Monteros pero en esencia es verdad.

Los socialistas tienen espíritu de funcionario. Les encanta imponer normas y forzar su cumplimiento mediante sanciones adjuntas.

Los comunistas son peores: no tienen vocación de funcionarios sino obsesión por el poder, entendido como la capacidad para infligir daño. 

Así que cuando surge el coronavirus lo primero que se les ocurre es encerrar a la gente en casa, como si la gente, y no el virus, fuera el enemigo. Y al final, naturalmente, cuando el confinamiento se revela como lo que es, un fracaso, y cuando otros países con medidas mucho más suaves y más libres han conseguido menos contagios y menos muertes, el socialista se empeña en que no es verdad, en que el discrepante es un delincuente que le impide salvar vidas y que, en todo caso, lo hemos hecho todo bien, dabuten. Este es Pedro Sánchez.

El comunista es peor: el comunista utiliza el poder para domesticar a la gente. Pero a costa de infligir daño y de crear un Estado policial, el comunista, hasta conseguir que España se convierta en una régimen bolivariano, neocomunsista, con la libertad ausente.

Espinosa de los Monteros está diciendo la verdad aunque sin ser riguroso. Sí, hay ministros, pocos, que han trabajado en el sector privado, como José Luis Escrivá. Pero son pocos y han trabajado poco tiempo. El resto son funcionarios socialistas o cabritos comunistas. Y lo que intentan es convertir a España en una nueva Venezuela.

Y con el tontín de Sánchez pagado de sí mismo, capaz de todo con tal de permanecer en el sillón, en ser la cara del poder, lo están consiguiendo.