• La sesión del referéndum (miércoles) resultó bochornosa, ridícula y, hasta bien mirada, divertida.
  • Eso sí, el odio sembrado se ha extendido por toda España.
Ha sido un espectáculo que ríase usted de Gran Hermano. Cualquiera que haya seguido la retrasmisión del debate parlamentario sobre la ley del referéndum se lo ha tenido que pasar genial. División en el Parlament, mitad por mitad. Entonces, ¿cómo se va construir así un país? Para independizar algo necesitas no menos del 101 por 100 de aquiescencia. Porque, además, lo de Cataluña no es independencia, es separatismo. No separar una colonia de la Metrópoli, se separa lo que siempre ha estado unido. En este sentido, la necedad de Pedro Sánchez al conceder la tontuna esa de la España de las tres naciones, y futuros aspirantes, les ha proporcionado a los separatistas un argumento de peso con el que jamás hubieran soñado. E insisto: los independentistas catalanes saben, perfectamente, que jamás conseguirá su objetivo pero, mientras sigan dando este numerito, saben que siempre estarán en el proscenio, siempre en primera fila, toda España pendiente de ellos, aunque sea para insultarles. Y su narcisismo encuentra eso muy interesante. Eso sí, como también hemos repetido en Hispanidad, el problema no es que Cataluña se separe, que no lo va a hacer. El problema es que el odio al vecino que se ha creado en Cataluña se ha extendido por todo el país. Por lo demás, ridículo en el Parlament. El separatismo catalán ya no da miedo: da risa. Eulogio López eulogio@hispanidad.com