Cada cual puede creer, o no creer, en la veracidad de los mensajes de Cristo a la madrileña Margarita de Llano. Yo sí creo.

El último de estos mensajes, con fecha martes 17 de marzo, hace una semana, pueden leerlo aquí, que es bien cortito.

El mensaje puede resumirse así pero que conste que es mi interpretación, en dos ideas:

La medida de los obispos suprimiendo las eucaristías públicas -llegando incluso, en el caso de España, más allá de propia norma oficial- a lo mejor no ha resultado brillante. La iglesia, es decir, los católicos, vivimos de la Eucaristía.

Dios se queja: primero le negamos, luego le echamos la culpa del coronavirus

Y ojo porque el miércoles el parlamento aprobará otros quince días más, hasta el mes entero, de confinamiento hogareño.

Ergo, señores obispos: ¿van a alargar la prohibición de misas durante otros 15 días, en línea con la ampliación del Gobierno? ¿Un mes sin Eucaristía?

Segundo elemento del Mensaje que creo conviene destacar: “Amado pueblo de España, que contra Mí luchas y has puesto en Mí el enfoque del contagio y la transmisión. ¿No puedes ver dónde está tu salud?”.

En principio, estas palabras pueden resultar extrañas. Viendo los comentarios de la gente se entiende muy bien: primero negamos a Dios -o no existe o no nos sirve- y luego le echamos la culpa por el coronavirus. O lo uno o lo otro, pero ambos reproches a un tiempo son imposibles.