• La insufrible fe que la modernidad nos exige.
  • Niegan la creación pero no la trasformación de la materia en espíritu racional.
  • Ningún credo, tampoco el islam, obliga a tamaña -y tan ciega- fe.
  • Que ha terminado, en nuestro siglo XXI, en la desesperación, marca de la posmodernidad.
  • Los clásicos repetían: "hacer es mucho más difícil que volver a hacer".
  • El problema de fondo, claro, es el olvido de Cristo. Porque, sin Dios, ¿qué sentido tiene la vida? 
San Agustín se sorprendía: "resucita un muerto y todos se asombran, pero nadie se extraña de cada día nazca algo que poco antes no existía". Es la filosofía, o la ausencia de filosofía que late en el modernismo imperante en el siglo XX; en el siglo XXI lo que late es el posmodernismo, o sea, la desesperación. En ambas centurias se exige al creyente una credulidad mucho más irracional y absurda que cualquier religión. Por ejemplo, está obligado a creer, y esto se considera científico, es decir, que un magma de materia irracional ha dado lugar al espíritu racional y libre del ser humano. Los clásicos repetían: "hacer es mucho más difícil que volver a hacer". Porque las cosas se explican fácilmente unas por otras, lo difícil es explicar que haya cosas. Que una cosa pequeña se convierta en algo grande -o viceversa- está chupado, como chupado y macilento es el evolucionismo de Darwin y sus lamentables apóstoles. Lo realmente difícil es explicar que haya algo, es decir, el salto de la nada al ser. Y eso sólo lo explicó, primero el Antiguo Testamento, luego el Nuevo y, de por medio, un tal Aristóteles. Pero continuamos en la tontuna: la modernidad es insoportable, la posmodernidad, insufrible. El problema de fondo, claro, es el olvido de Cristo. Porque, sin Dios, ¿qué sentido tiene la vida? Eulogio López eulogio@hispanidad.com