Esto es el espíritu de la Cadena SER. de su programa La Lengua Moderna, emitido el pasado 28 de septiembre. Es el espíritu de la SER. Al parecer, a la señora le gusta tanto el aborto, una entusiasta, que le molestaban las ecografías en 3D del nascitirus.

Entiéndanlo: no le molesta porque parezcan extraterrestres (le parecerá a ella), le molestan porque sabe que cuando una mujer ve a su hijo se da cuenta de que es un niño y, además, es su hijo. Y entonces decide no abortar. Y claro, se acabaría el negocio.

Si a un marciano le explicáramos en qué consiste el aborto, se quedaría asombrado: ¿una mujer que mata a su propio hijo en sus propias entrañas? ¿Y cómo es posible que se haya generalizado tanto?

La respuesta es sencilla: porque el feto no se ve. Es una muerte sin cámaras, un grito silencioso. Sobre todo, es un homicidio frente al ser más indefenso que existe. Los fetos no protestan, no se manifiestan: simplemente mueren... o viven. Depende de nosotros.

Al parecer, pocos reparan en que el nacimiento no es más que el traslado desde el seno materno a su primera cuna. Unos pocos metros. 

Sin embargo, diez minutos antes le llamamos feto y le consideramos una moñiga, diez minutos después le llamamos bebé y nos dedicamos a abrazarle. No ha sucedido nada en el entretanto, no ha habido cambio sustancial alguno, ni en la naturaleza del niño ni en su condición. 

Pero al uno le llamamos feto, con mucho desprecio; al otro bebe, con mucho entusiasmo. 

Por cierto, campeones de la SER: Jerome Lejeune fue candidato al Nobel por demostrar que cuando el feto mide unos centímetros, ese 'muñón' del que habláis, tiene ya, en formación, todos los órganos vitales de un ser humano. Como vosotros, igualito, no como vuestras "cacas". Su código genético individuo, distinto del padre y de la madre, es decir, lo que le convierte en miembro de la raza humana, lo tenía desde mucho antes que se le puedan hacer fotografías, desde el cigoto. 

Por no recordar que los presentadores de la SER fueron fetos antes de sentarse ante el micrófono a decir necedades.

Y así, como las grandes barbaridades necesitan grandes cortinas, tenemos que decir que el feto es una masa sanguinolenta, una cosa... a pesar de que tiene cabeza, corazón, cuerpo, extremidades, etc. Pero es feísimo, más feo que las "mierdas" de quien lo dice. 

Y el feministo que le acompaña -el ocurrente e ingeniosísimo ¿humorista? Quequé- también tiene lo suyo. Con la cobardía de quien no se atreve a salirse de lo políticamente correcto, anima el cotarro y se ríe de las cacas de su fina compañera, probablemente porque le hacen más gracia que sus propios monólogos. 

Todo esto es muy lógico, a lo mejor algo vomitivo, pero tremendamente lógico. 

Para la cadena SER, la persona es una excrecencia.