• En el Santo Cristo de Medinaceli, los capuchinos han colgados banderas arco iris.
  • Algunos párrocos temen profanaciones pero el padre Ángel no: convertirá San Antón en el patrón del día del Orgullo.
  • Al parecer, nuestro cura-estrella no ha leído el catecismo, que califica los actos homosexuales como "intrínsecamente desordenados".
  • Por cierto, en Chueca también habitan religiosas dedicadas a los más pobres: ésas sólo reciben insultos por la calle.
Los capuchinos del Cristo de Medinaceli, han colgado dos banderitas arcoiris. No soy yo muy imaginero pero la estatua del Santo Cristo es la más venerada en Madrid. Millones de personas le rezan, miles le visitan en día de Su Fiesta, centenares le acompañan en la procesión de Viernes Santo. Seguramente estarán felices de la decisión de los padres franciscanos, subsector capuchinos. Pero eso no ha sido nada. El cura más exagerado de toda la clerecía española, el Padre Ángel, al que alguien, en un momento de enajenación transitoria, le concedió la parroquia de San Antón. Esto es, mientras muchos párrocos madrileños temen profanaciones, en coincidencia -mera coincidencia naturalmente- con el World Pride, el padre Ángel, el mismo del curioso homenaje ante el Santísimo de Pedro Zerolo en la misma parroquia, con la presencia de un casi-cura majadero con una estola arco-iris, asegura que convertirá a la parroquia de San Antón en el patrón del Arco Iris. Y esto es bello e instructivo porque la homosexualidad necesita un santo patrón y de mucha enjundia dado que el Catecismo de la Iglesia católica considera los actos homosexuales como "intrínsecamente desordenados", porque, por ejemplo (punto 2,357) "Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso". Ahora bien, si es un sacerdote, alabado por el obispo Osoro y puesto como ejemplo de cura, quien nomina a San Antón patrón de los homosexuales, yo no tengo nada más que decir. A fin de cuentas, las respuestas del padre Ángel siempre me han recordado el viejo chiste de Eugenio: -¿Qué opina usted de que los curas se casen? -Homnee, si se quieren… Lo que sí me sorprende es que San Antón está en Chueca y que, en la misma Chueca, mucho antes que el padre Ángel, están las monjas de 'Cachito de Cielo' que llevan muchas decenios dedicadas a repartir comidas y artículos de primera necesidad ente los más pobres del barrio, mientras sus vecinas, otras religiosas, se dedican a enseñar a los hijos de inmigrantes que nadie quiere. Pues bien, éstas reciben las visitas de los partidarios de la educación laica y a aquéllas las insultan por la calle. Pero el Padre Ángel, loada se su estampa, no tiene tiempo para ocuparse de ello. Vivimos un curioso silencio, pelín doloso, de la jerarquía eclesiástica frente al orgullo gay. Créanme: no es bueno huir del martirio, sobre todo en el momento presente. Eulogio López      eulogio@hispanidad.com