• Los grandes creadores sólo fueron grandes cronistas de hechos, generalmente colectivos.
  • Todavía hay algo más importante que el hombre de genio: el genio del hombre.
  • Chesterton recordaba que no es la leyenda del Rey Lear la que le debe su gloria a Shakespeare sino Shakespeare quien le debe la gloria al Rey Lear, creación anónima.
Homero no creó la guerra de Troya. Era un cronista que escuchó aquella historia real. Dicho de otra forma, porque nos cuesta entenderlo: no fue Homero el que creó a Troya sino Troya la que creó la Iliada. En definitiva, Homero era un cronista que pasaba por allí y escuchó la historia, crónica o leyenda de Troya y se dijo: a bodas me convidan. Ahora mismo me escribo una fastuosa obra que pasará a la historia de la literatura… y yo con ella. Por cierto, tardamos más de 20 siglos en enterarnos (siglo XVIII-XIX de le era cristiana) que Troya existió y la guerra de Troya también. Ergo, los grandes creadores sólo fueron grandes cronistas de hechos, generalmente colectivos. Y todo esto viene a cuento de la bondad de la democracia, esa palabra casi tan manida como la de libertad o la de amor. Chesterton explica que la base del sistema democrático se apoya en la idea de que todavía hay algo más importante que el hombre de genio: el genio del hombre. Y añade: no es la leyenda del Rey Lear la que le debe su gloria a Shakespeare sino Shakespeare quien le debe la gloria al Rey Lear, creación anónima. De la misma manera, nuestros ignorantes y engreídos políticos, un Rajoy, un Sánchez, un Iglesias, un Rivera, deberían saber que ellos no son una suerte para España y los españoles: es España la que es una suerte para ellos… como ellos son una desgracia para el conjunto de los españoles. Oyéndoles hablar, cualquiera diría que Shakespeare es el autor del Rey Lear o que Homero creó Troya. Aquí el único que crea es Dios. Y nuestros líderes políticos deberían ser más humildes. Por cierto, los humildes hablan poco de humildad; nuestros hombres públicos hablan hasta demasiado. Y con todo esto, no pretendo quitarle ni un adarme de importancia a la nobleza, a la aristocracia, a la excelencia. Lo único que digo es que los primeros espadas de la vida política nacional española tienen de todo menos excelencia. Todos son progres, prisioneros de lo políticamente correcto. Y no saben que ellos no crean la democracia para las masas. Son las masas, el hombre anónimo, quien crea la democracia que ellos disfrutan. Poco importan los hombres de genio; lo que importa es el genio del hombre.   Eulogio López      eulogio@hispanidad.com