Todavía recuerdo a Emilio Botín pillado con toda su familia con 2.000 millones de euros no declarados, allá lejos, vía HSBC, el banco más famoso del mundo. Apareció en la Junta de Accionistas y aconsejó a los periodistas regularizar: “Me encanta regularizar”. Yo estaba allí y reconozco que tan supremo desparpajo me tapó la boca. En efecto, si se trataba de regularizar, no había más que hablar. Ni se mencionó la palabra dimisión.

Formaba parte de la lista Falciani, el empleado de HSCB que empezó a hablar muy claro y delató a los defraudadores. Ahora, años después, El Confidencial publica que hubo más que la familia Botín, clan Emilio y clan Jaime. Santander y Bankinter, tenían también sociedades en Islas Vírgenes y Panamá para eludir al fisco. 

De entrada, hay que saber de qué estamos hablando, y el diario promete ofrecerlo a partir del lunes. De salida, si defraudaron más, los Botín tendrán que pagar más. Pero, sobre todo, si ha cometido un delito fiscal, debería plantearse la dimisión. No se lo exigen las normas internas del banco pero sí la reputación de la entidad. O eso o someterse a una moción de confianza frente a los accionistas de la entidad.

Además, ahora que doña Ana se ha convertido al feminismo no puede dar mal ejemplo a las feministas, modelo de honradez universal.