• La iglesia no puede ser destruida pero sí puede convertirse en una iglesia de las catacumbas.
  • Y junto a ello una Iglesia falsa pero floreciente.
  • De la mano de un nuevo paganismo, aquel mundo donde todo era abundante, incluida la crueldad.
Probablemente fue Benedicto XVI quien más insistió en la idea de una Iglesia de Roma, no destruida, pero sí en catacumbas. La Iglesia no perecerá, por supuesto pero el Cisma que parece llegar, que casi ya se dibuja hoy, es el de una Iglesia reducida al silencio, empequeñecida, clandestina… y verdadera, frente a una Iglesia más poderosa que nunca, floreciente, incardinada en el poder civil de que sería su larga mano. Una Iglesia que renacería con el viejo paganismo resucitado, aquel donde todo era abundante, incluida la crueldad. Por de pronto, lo que ya es: una iglesia de minorías. Hartito estoy de oír hablar del poscristianismo pero si consideramos la actitud de muchos de los que se dicen católicos y de buena parte del clero, dan ganas de pensar justamente eso. Pero ojo, no sea el final del conflicto, sino el conflicto final. Pase lo que pase, Cristo no pierde batallas y, al final, se hará con la victoria. Y el mundo volverá a ser joven. Nota al margen: ¿Y el Cisma no es evitable? No. Depende de cada uno, que por algo somos libres. Eulogio López eulogio@hispanidad.com