
Thyssenkrupp ha optado por imitar a su compatriota Siemens, pues ha apostado por aplicar el ‘esquema Villalonga’, el mismo que en su día puso en marcha Juan Villalonga cuando presidía Telefónica, bajo el principio bastante infundado y anglosajón de que la suma de las partes vale más que el todo. A Siemens, el sistema le ha ido bien hasta que se ‘comió’ a Gamesa y ha tenido que afrontar los problemas del fabricante de aerogeneradores antes español y hoy alemán, y que le ha llevado a ir reduciendo su participación en su división energética (Siemens Energy).
Curiosamente, no es la única cosa en la que coinciden Thyssenkrupp y Siemens, porque la primera ahora tiene como CEO al alemán de origen español Miguel Ángel López Borrego, que en su día estuvo al frente de Siemens y de su filial española. Además, ambos grupos han optado por miles de despidos en los últimos tiempos: el primero anunció 11.000 de cara a 2030 hace unos meses, en concreto, 5.000 en su filial de acero y otros 6.000 debido a las escisiones de negocios o al traspaso a empresas externas... y el segundo anunció 6.000 despidos. ¿Casualidad? Por supuesto que no, y muchísimo menos si se recuerda al poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller, quien defendía que las casualidad no existen.
Thyssenkrupp va mejor en resultados: cerró su último ejercicio fiscal el pasado septiembre, con 1.400 millones de euros en pérdidas, pero en el primer semestre (octubre a marzo) de su presente año fiscal ha logrado un beneficio neto de 104 millones
Eso sí, la decisión de aplicar el ‘esquema Villalonga’ en Thyssenkrupp no ha gustado a los inversores... porque su cotización baja más de un 2,7%. En concreto, ha anunciado que separará gradualmente todas sus unidades de negocio, las abrirá a la inversión de socios y algunas las sacará a bolsa. De esta forma, se convertirá en un holding que mantendrá participaciones de control en sus distintos negocios. El plan empezará con la escisión de una participación minoritaria en su división de construcción naval (Thyssenkrupp Marine Systems) y la creación de una sociedad conjunta al 50% entre su división de acero (Thyssenkrupp Steel Europe) yEP Corporate Group (esta última se hizo con el 20% del capital de la anterior hace algo más de un año), ya estas operaciones les seguirán la separación de los segmentos de Servicios de Materiales y Tecnología Automotriz, y más adelante, la del negocio de Tecnologías de Descarbonización.
El Consejo de Administración del gigante industrial alemán con sede en Essen presentará el plan al Consejo de Supervisión antes de que termine su presente ejercicio fiscal (el cual termina el próximo septiembre). Recuerden que se trata del órgano que de verdad manda en las empresas germanas y que supervisa todas las decisiones y la gestión que lleva el de Administración. Y el grupo considera que el ‘esquema Villalonga’ ofrece a sus casi 96.000 empleados claras oportunidades de futuro... veremos, porque en Siemens ya se ha visto que eso no evita nuevos despidos. Eso sí, su CEO ha presumido que “la futura independencia de nuestros segmentos actuales, con la ventaja de su propio acceso a los mercados de capitales y la posibilidad de inversión de terceros, aumentará su flexibilidad empresarial, fortalecerá sus planes de inversión y su responsabilidad con los resultados, y mejorará la transparencia para los inversores”. Veremos si es así... o no.
Al hilo de la decisión de aplicar el ‘esquema Villalonga’, cabe recordar que el gigante industrial alemán con sede en Essen va mejor en resultados. Cerró su último ejercicio fiscal el pasado septiembre, con 1.400 millones de euros en pérdidas, sobre todo, por la debilidad de la industria alemana, pero en el primer semestre (octubre a marzo) de su presente año fiscal ha logrado un beneficio neto de 104 millones, frente a los números rojos del mismo periodo del ejercicio anterior.
Tampoco hay que olvidar que en los últimos años Thyssenkrupp ya no es lo que era, sobre todo, desde que vendió su joya de la corona, su negocio de ascensores a varios fondos. Es cierto que el grupo nació en 1999 con la fusión de dos siderúrgicas (Thyssen y Krupp), pero los orígenes de su historia son más que centenarios. La primera arrancó en 1891 de manos de August Thyssen, quien empezó a producir acero y sus derivados, y después se fue diversificando: a principios del siglo XX, la familia se separó en dos ramas lideradas por sus hijos Fritz (se relacionó con Hitler y financió al partido nazi) y Heinrich, que emprendieron sus negocios por separado. Este último dio lugar a la rama Thyssen-Bornemisza al casarse con una baronesa y era el abuelo de Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, más conocido en España como el barón Thyssen, empresario y coleccionista de arte, cuya quinta y última esposa fue Carmen Cervera (también conocida como Tita Cervera o la baronesa Thyssen), quien hoy ostenta una gran colección que exhibe en varios museos públicos en régimen de préstamo. Además, la metalúrgica Thyssen (cuya familia fundadora era contraria al antisemitismo, pese a que Fritz financió al partido nazi). Por su parte, Krupp nació como una fundición de acero en 1810 que construyó Friedrich Krupp, quien negoció que continuaría su hijo Alfred y sus descendientes... y esta familia también colaboró con Hitler.