
La represión en la retaguardia durante la Guerra Civil, llevada a cabo por los socialistas, los comunistas y los anarquistas, presenta uno de los episodios más crueles e inhumanos, ligados a los pozos de La Lagarta y Cantavieja de las localidades almerienses de Tabernas y Tahal, respectivamente, distantes entre sí poco más de 20 kilómetros.
Durante el mes de septiembre de 1936 fueron asesinados muchos presos de las cárceles de Almería y también de los que el Frente Popular tenía retenidos en condiciones inhumanes en los buques-prisión, de los que el más tristemente famoso fue el buque mercante Astoy-Mendi. Solo durante ese mes de septiembre hubo siete sacas que llevaron a estos dos pozos, donde asesinaron a un total de 152 personas. Indico los días de las sacas y entre paréntesis el número de víctimas: primera, 31-VII-1936 (31); segunda, 1-IX-1936 (5); tercera, 3-IX-1936 (2); cuarta, 10-IX-1936 (6); quinta 13-IX-1936 (21); sexta, 16-IX-1936 (40); y séptima 26-IX-1936 (47). De estas víctimas, 108 fueron asesinadas en el pozo de Cantavieja y 44 en el pozo de La Lagarta. Veamos en el artículo de este domingo lo que ocurrió en el pozo de La Lagarta.
El pozo de La Lagarta de la localidad de Tabernas era un pozo seco de noria. Como pozo de noria no tenía brocal y por lo tanto las víctimas eran colocadas al borde del pozo, donde recibían la descarga y al desplomarse caían a la profundidad. Todos los presos asesinados en el pozo de La Lagarta llegaron allí con las manos atadas a la espalda. Algunos, al no morir por los impactos de bala, cayeron vivos al pozo, lo que se sabe porque durante horas se escuchaban los gritos que salían de la profundidad.
Cuando llenaron el pozo de La Lagarta de cadáveres, los asesinos llevaron a sus víctimas al pozo de Cantavieja. Pasados unos días, era tal olor que salía del pozo de La Lagarta, que el alcalde de Tabernas ordenó tapar el pozo con un camión de cal.
En el mes de febrero de 1941 fueron exhumados los cadáveres del pozo de La Lagarta. Tras sacar el último de los cuerpos, comprobaron que el pozo tenía 26 metros de profundidad y se encontraron con una capa de piedras, cohesionadas con la sangre de los asesinados, que había escurrido hasta el fondo. Fueron sacando uno a uno, para darles sepultura donde indicaran sus familiares y allegados, lo que exigió una previa identificación de los restos.
Cuando llenaron el pozo de La Lagarta de cadáveres, los asesinos llevaron a sus víctimas al pozo de Cantavieja. Pasados unos días, era tal olor que salía del pozo de la Lagarta, que el alclade de Tabernas ordenó tapar el pozo con un camión de cal
En este artículo, que hoy es especialmente largo, nosotros rastreamos sus nombres y biografías, las que en su conjunto ponen de manifiesto el carácter de estos crímenes como persecución religiosa, pues no pocos fueron arrojados al pozo de La Lagarta por el mero hecho de ser sacerdotes o religiosos.
El alcalde de Tabernas, Rafael Gimeno, envió al fiscal de la Causa General de Almería el acta de las exhumaciones del pozo de La Lagarta, que se efectuaron en el mes de febrero de 1941, como hemos dicho. No tenemos el acta de la exhumación de los once primeros cadáveres, sí que hemos encontrado las actas correspondientes desde el número 12 al 44. A continuación copiaremos textualmente el acta del alcalde de Tabernas con sus palabras entre comillas, cadáver por cadáver, e identificaremos a los que hemos podido descubrir:

Cadáver de Juan Cantón López
Cadáver nº 3 de Juan Cantón López, vecino de Cabo de Gata, que fue asesinado en el pozo de La Lagarta en la cuarta saca el 10 de septiembre.

Cadáver de Agustín Navarro Iniesta
Cadáver nº 10 del sacerdote Agustín Navarro Iniesta; había sido ordenado sacerdote en 1926 y era coadjutor de la parroquia de Carabanchel Bajo de Madrid. Era natural de Zurgena (Almería). Tuvo la valentía el trece de julio de 1936 de oficiar un responso en el Cementerio del Este de Madrid ante el cadáver de José Calvo Sotelo (1893-1936). Asustada su madre por las consecuencias de este acto, toda la familia regresó a Zurgena buscando refugio, donde fue detenido. Al despedirse le dijo a su madre: «¡Hasta el Cielo! Gracias a Dios que me concede la gracia de morir mártir por Él». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
Comencemos con las actas de las exhumaciones: “Durante el día 18 de febrero actual [1941] se han extraído del pozo denominado La Lagarta los restos siguientes: a las 9 horas 45 minutos se extrae el cadáver nº 12, en la forma siguiente: un cadáver completo, con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, y con las prendas siguientes: un pijama listado con botones de nácar, con un calcetín en el pie derecho negro, calzoncillos largos, un cinturón oscuro de cuero, un sombrero, una alpargata de cáñamo y un zapato”. Estos restos fueron identificados como los de Francisco Roda Rodríguez por su sobrino, Andrés Roda Díaz.
“Seguidamente se extrae otro cadáver nº 13 en la forma siguiente: completo con americana oscura listada, una cuerda de esparto atada a las manos, pantalón del mismo color de la americana, con calcetín y sombrero”. Eran los restos del sacerdote Domingo Campoy Galvano, coadjutor de la parroquia de Santiago de Almería. La identificación de los restos la hizo su hermana Carmen, soltera, a la que no le cupo ninguna duda de que eran los restos de su hermano, porque algunas de las prendas que tenía el cadáver las había confeccionado ella misma. Al ser detenido fue torturado tan cruelmente que cuando le encerraron en el barco-prisión Astoy-Mendi, el médico quiso llevarlo al hospital, pero el sargento guardián le respondió: «No hace falta, porque esta misma noche le voy a matar». Así lo hizo en el pozo de La Lagarta, jactándose luego con estas palabras: «¡Qué buena puntería he tenido, le he dado una muerte cruel, descargándole todos los disparos por la cabeza que se la he hecho saltar!». Los restos de Domingo Campoy Galvano reposan en la actualidad en el Valle de los Caídos. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 14, también completo, con cuerda de esparto atadas las manos y con las prendas siguientes: camiseta fina, pantalón, calcetín, y zapato negro”. Este cadáver no lo he podido identificar.
“Otro cadáver nº 15 con las manos atadas por detrás con una cuerda, americana oscura, camisa listada, pantalón oscuro, calcetín y zapato en el pie izquierdo y en el otro nada”. Estos restos pertenecían al sacerdote José Gómez Matarín, y fueron reconocidos por su hermano Ángel. Ordenado sacerdote en 1909, dos años después tomó posesión de la parroquia de Santa Ana de Íllar, cargo que mantuvo hasta su muerte. Desatada la persecución religiosa buscó amparo en la casa paterna de Alboloduy y, para mayor seguridad, se refugió en el cortijo de la Simona en las cumbres de Montenegro el cinco de agosto de 1936. Días después, pasó lo que su sobrino Rafael refiere: «Yo era un niño de siete años y estaba en la puerta del cortijo jugando cuando llegaron dos hombres, me mostraron una pistola y me dijeron: “aquí hay dos curas”, y yo les dije: “aquí no hay ningún cura”. Pero mi tío y el párroco de Alboloduy que estaban dentro desayunando, al oírlo salieron y dijeron: “Sí, estamos aquí”, y se los llevaron». Ya en el borde del pozo de La Lagarta, momentos antes de ser martirizado, se giró hacia sus verdugos y les dijo: «No sabéis lo que hacéis, permitid que os bendiga». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 16 con las manos atadas por detrás, con americana negra, pantalón listado, calzoncillos largos, calcetines, dos zapatos negros y una correa de cuero”. Este cadáver no lo he podido identificar.
“Otro cadáver nº 17 completo y prendas siguientes: las manos atadas con cuerda de esparto, americana negra con camisa y pantalón oscuro”. Este cadáver fue identificado como el del sacerdote Pedro Antonio Almécija Morales por su propia madre, Josefa Morales Membrives, que además era hermana de otro sacerdote asesinado también en el pozo de La Lagarta, concretamente el siguiente que se cita como cadáver nº 18. Pedro Antonio Almécija Morales estudió Magisterio y al acabar la carrera decidió ingresar en el seminario de Almería. Los once años de su ministerio pastoral los desarrolló en la abrupta sierra de los Filabres, excepto cuando estuvo destinado en Bentarique. El resto trabajó en Tabernas, Cherchos, Benitorafe y Alcudia. Finalmente, fue cura ecónomo de Benitagla, donde se le recordaba de este modo: «Además de llevar a cabo su labor pastoral como párroco, realizaba las funciones de maestro de escuela. Con frecuencia se trasladaba a la capital a buscar medios para aquellos moradores que vivían con sufrida y alarmante pobreza. Dio siempre ejemplo de su entrega a los demás y puede decirse que entregó hasta su vida como sacerdote y misionero de aquellas tierras agrestes de Benitagla”. Cuando estalló la Guerra Civil le amenazaron con jugar a la pelota con su cabeza, por lo que se internó en la vega de Almería con un tío suyo sacerdote, Gregorio Morales Membrives. El sacerdote Gallego Fábrega narraba así lo acontecido: «El 23 de julio le detuvieron y maltrataron, fue conducido al Comité Central. Preso primero en las Adoratrices, y después en los barcos-prisión Capitán Segarra y Astoy-Mendi. Jamás negó que era sacerdote. Todos se admiraban de su paciencia, resignación y de su oración continua en silencio». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.

Cadáver de Gregorio Morales Membrives
“A las 13 horas se extrae otro cadáver nº 18 completo, con las manos atadas con cuerda de esparto por detrás y con americana oscura, camisa descolorida, pantalón oscuro”. Como hemos dicho, esos restos eran los del sacerdote Gregorio Morales Membrives, que fueron reconocidos por su hermana Josefa. Pertenecía a una familia muy humilde, por lo que su estancia en el seminario la pudo hacer sirviendo de fámulo y en vacaciones trabajaba en una fábrica de mosaicos para ayudarse en sus estudios. Ordenado sacerdote en 1913, sus primeros trabajos fueron como capellán de monjas. En 1919 fue nombrado sacristán mayor de la catedral de la Encarnación de Almería, dedicando desde entonces su vida al templo catedralicio. Por testimonio de Manuel Román González se sabe que «se ocupaba con gran celo y competencia de la formación de los niños y jóvenes cantores del Colegio de Seises de la Catedral, de donde incluso salían vocaciones para el Seminario». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Seguidamente se extrae otro cadáver nº 19 completo, con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, americana oscura, camisa de seda y de medio cuerpo para abajo desnudo”. Se trata de los restos del párroco de Félix Miguel Moreno Sáez, que fueron identificados por Rosa Cortés Martínez, quien se había encargado de lavarle la ropa, durante el tiempo en que estuvo preso en Almería antes de ser asesinado en el pozo de La Lagarta. En el seminario destacó por sus buenas calificaciones. Poco después de ser ordenado, en 1920, fue coadjutor de Tabernas y desde 1929 párroco de Nuestra Señora de la Encarnación de Felix (Almería). La Guerra Civil le sorprendió muy enfermo con bronquitis y con cuarenta y un años. Detenido a finales de julio de 1936 en la carretera del pueblo, sufrió cárcel en la ciudad de Almería hasta su martirio. De una feligresa suya, Ana Carretero, es el siguiente testimonio: «Nos daba catequesis y buenos consejos. La gente mayor decía que era muy bueno, y los niños lloramos cuando nos dijeron que lo habían apresado en el barco y lo mataron». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.

Foto del anciano padre jesuita Manuel Luque Fontanilla
“Otro cadáver nº 20 completo y con las prendas siguientes: un diente de oro, camiseta y en la mano derecha con una cuerda de esparto de estar atado, pantalón listado oscuro, un cinturón ancho de lona con bolsillos, calcetines puestos en los pies”. Este cadáver tenía sus ropas marcadas con las iniciales M. L. y fue reconocido por Raimundo Quiñonero López, presidente de las Congregaciones Marianas de Almería, quien afirmó que los restos del cadáver nº 20 eran del padre jesuita Manuel Luque Fontanilla, perteneciente al colegio de Almería, con quien Raimundo Quiñonero había mantenido una relación estrecha por razón de su cargo en esa asociación religiosa. Igualmente reconoció los restos del cadáver nº 20 el jesuita Miguel García Álvarez, pues además de haber convivido con él en la misma comunidad religiosa de Almería, compartió prisión con él en el barco Astoy-Mendi. Manuel Luque Fontanilla era conocido en Almería como “El padre de los pobres”. Cuando le ataron las manos atrás para tirarle al pozo de La Lagarta el padre Manuel Luque Fontanilla tenía 86 años.
“Otro cadáver nº 21 completo, con las manos atadas, pijama claro, calzoncillos, pantalón, un calcetín en el pie derecho y un zapato negro”. Este cadáver tenía sus ropas marcadas con las iniciales A. P. , correspondientes al padre jesuita de la comunidad de Granada, Alfonso Payá. Los restos del cadáver nº 21 fueron reconocidos por el también jesuita Miguel García Álvarez, que convivió con él en el buque-prisión Astoy-Mendi.
“Acto seguido se extrae otro cadáver nº 22 completo, con las manos atadas con cuerda de esparto, un pijama, pantalón oscuro con sombrero”. Este cadáver no lo he podido identificar.

Cadáver de Lisardo Carretero Fuentes
“Otro cadáver nº 23 completo, las manos atadas con cuerdas de esparto, con americana oscura con botones negros, camisa con broches blancos, un cinturón de cuero con hebilla, pantalón negro, calzoncillos, calcetines negros y un zapato en el pie derecho”. El cadáver nº 23 es el del sacerdote Lisardo Carretero Fuentes, que fue ordenado sacerdote en 1908 y nombrado párroco arcipreste de Canjáyar (Almería) con cuarenta años en 1923. En esta localidad fue hecho prisionero y llevado al barco-prisión Astoy-Mendi, desde donde fue llevado al pozo de La Lagarta. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 24 completo, las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, americana negra, pantalón del mismo género de la americana, calcetines y zapato negro en el pie derecho”. Este cadáver queda identificado pues entre las ropas se encuentra una cédula y un informe del Instituto Provincial de Higiene a nombre de Marciano Herrero Martínez, soltero de 26 años, estudiante. Además, el director del colegio de La Salle de Almería, Hilario Cerrillo Martínez, reconoce que el cadáver nº 24 corresponde a su hermano en religión Valerio Bernardo, que en el siglo se llamaba Marciano Herrero Martínez. Ha sido beatificado el 10 de octubre de 1993.
“Otro cadáver nº 25 completo, con las manos atadas con cuerda de esparto, camisa fina blanca, calzoncillos largos, americana, listada con botones negros y grandes, pantalón de tela oscura y unos tirantes”. Este cadáver se identificó como el de Jacinto Díaz Díaz.
“Otro cadáver numero 26 completo. Las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, americana oscura botones negros camisa con broches blancos cinturón de cuero con hebilla. Pantalón negro calzoncillos calcetines negros terminado el trabajo a la hora de las 5:30 minutos a una profundidad de 24 m”. El director del colegio de La Salle de Almería, Hilario Cerrillo Martínez, reconoce que el cadáver nº 26 corresponde a su hermano en religión Edmigio, que en el siglo se llamaba Isidoro Primo Rodríguez. El director del colegio declara que tanto el cadáver nº 24 como el nº 26 llevaban las ropas marcadas con aspas iguales, como acostumbran los hermanos de la Salle. Ha sido beatificado el 10 de octubre de 1993.
“Siguiendo los cadáveres a la vista haciendo entrega el capataz de los muertos 19 y 26 inclusive”.
“El día 19 de febrero actual [1941] han extraído del pozo denominado La Lagarta de este término municipal, los cadáveres que a continuación se detallan. A la hora de las 11,15 y a una profundidad de 24 metros es extraído un cadáver completo nº 27, con las manos atadas con cuerda de esparto por detrás, americana, oscura, camisa, listada con botones, pantalón oscuro y calcetines negros”. Además de las iniciales E. R., grabadas en sus ropas, su hermano Rafael, reconoce estos restos como los del sacerdote Eduardo Romero Torres, párroco de Bentarique en la comarca de La Alpujarra almeriense. Este sacerdote era muy devoto de la Virgen. Fue ordenado presbítero en 1903 y en 1911 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Bentarique, donde permaneció los siguientes veinticinco, hasta su muerte. Un antiguo feligrés rememoraba que «con los niños se desvivía en obsequios para tenerlos contentos en catequesis. Con los jóvenes inició los grupos de Acción Católica, y con los adultos inició los grupos de Madres Cristianas que tenían sus reuniones semanales y sus retiros espirituales. Era todo un apóstol». Nunca quiso responder a los ataques laicistas, aunque era consciente de las amenazas: «¡Los sacerdotes lo vamos a pasar muy mal, – solía decir – nos van a eliminar a muchos!». Aunque recibió un nombramiento en la ciudad de Granada, no quiso abandonar Bentarique ante la inminencia de la persecución religiosa. Sus familiares querían que se marchara, pero objetaba: «¿Qué mal me van a hacer a mí sí yo los he bautizado a todos?, a nadie hice mal nunca…, pasará lo que Dios quiera». Solo aceptó refugiarse en un cortijo próximo al pueblo, donde fue salvajemente detenido el 12 de agosto de 1936. Cruelmente torturado y preso en Almería, fue martirizado a los cincuenta y ocho años. Una sobrina suya, que estaba embarazada, quedó tan horrorizada al reconocer su desfigurado cadáver que abortó de la impresión. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 28 completo, también con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, con americana oscura, camiseta, calzoncillos y pantalón oscuro”. Además de las ropas marcadas con sus iniciales A. S., reconoció sus restos Rosa Cortés Martínez; esta mujer formaba parte de unos grupos en Almería que se encargaron de llevar comida y lavar la ropa de los presos, especialmente a los que no tenían familiares. Rosa Cortés Martínez reconoció los restos del cadáver nº 28 como los del religioso josefino Agustín Sabater Paulo, administrador del seminario Conciliar de Almería. Andrés García Angulo, seminarista por entonces, recordaba que «su despacho siempre estaba abierto y frecuentado por muchos alumnos que entraban allí buscando en don Agustín consejo, dudas de clase, ayuda material. Su bondad y sencillez hacía fácil el acceso a él. Se le veía piadoso, hombre de fe». También era seminarista en aquella época Gonzalo Rodríguez Martínez, que rememoraba así lo sucedido al estallar la Guerra Civil: «Don Agustín se levantó y dijo: “Lo primero, el Santísimo”. Marchamos todos a la capilla y don Agustín abrió el sagrario y sollozando consumió las Sagradas Formas. Después todos se abrazaron y salimos a la calle». Ese mismo día Juan Viciana, proveedor del seminario, lo ocultó en su propia casa. Su hija recuerda que: «Cuando llevaba una semana en casa, se presentó el cocinero del seminario con dos milicianos para llevárselo. El siervo de Dios con mucha paz se puso su capa, se despidió de nosotros y los acompañó con mucha entereza; no se amedrantó». Diez días después, a sus cincuenta y tres años, fue martirizado en el pozo de La Lagarta. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.

Cadáver de Manuel Salinas Rivera
“Otro nº 29 completo, con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, camiseta lista con botones, calzoncillos blancos, un cinturón de cuero con hebilla, americana, guerrera negra con sus botones y pantalón oscuro”. Su hijo, Manuel Salinas Ruiz, reconoce los restos del cadáver nº 29 como los de Manuel Salinas Rivera.
“Otro cadáver completo nº 30, con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, camiseta, chaleco oscuro con sus botones, americana oscura, pantalón oscuro, calcetines negros, en el pie derecho un zapato negro”. Además de las ropas marcadas con la inicial S., María Salinas Chueco reconoció estos restos como los del sacerdote Segundo Arce Manjón, canónigo de la Colegiata del Sacromonte de Granada. María Salinas trabajaba de asistenta en el obispado. Días antes de que estallara la Guerra Civil, Segundo Arce Manjón había llegado a Almería para pasar unos días con el obispo Diego Ventaja Milán. Y cuando fueron presos los dos, María Salinas se encargó de llevarles comida y lavarles las ropas, por lo que le pudo reconocer. Segundo Arce Manjón era sobrino del padre Andrés Manjón (1846-1923), fundador de la Escuelas del Ave María. Empapado del espíritu de educador que le transmitiera su tío, se convirtió en el continuador de su obra pedagógica al servicio de los niños más pobres del Sacromonte y el Albaicín. Fue preso junto con el obispo, aunque fueron martirizados en distintos puntos; Segundo Arce Manjón fue arrojado al pozo de La Lagarta a la edad de 56 años y 32 de sacerdote. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro completo nº 31 con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, con diente de oro, americana oscura con botones, pantalón oscuro, camisa, camiseta con sus botones, unos tirantes, calcetines color canela y botas enterizas negras, en la pierna izquierda y dentro del calcetín tenía un billete del Banco España doblado”. El cadáver nº 31 corresponde al del sacerdote José Lara Garzón. Fue ordenado sacerdote en 1899, el uno de mayo de 1902 tomó posesión de la parroquia de san Isidro de Alcaudique y de la coadjutoría de Berja, a las que dedicó toda su vida. A la muerte de su cuñado tuvo que mantener a su familia. Su sobrino Pedro recordaba que «se había echado la responsabilidad de sacarnos adelante a mis hermanos y a mis primos, haciéndose cargo de nuestro comercio. Con los pobres era generoso y los atendía en sus necesidades con verdadera alegría y caridad cristiana. No le importaba la hora a la que llamaran a su puerta para socorrerlos». Los últimos día los narra su sobrino: «Lo llevaron al cementerio de Berja con ánimo de matarle allí mismo, y le propusieron que si pisoteaba el crucifijo, le perdonaban la vida, pero él no claudicó. Ante sus enemigos no mostró rencor. Durante cuatro días, antes de ser apresado, repetía en voz alta la misma frase: “Señor, perdona a los que me van a matar”». Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver completo nº 32 con las manos atadas por detrás con camisa de seda, americana oscura con sus botones y calzoncillos y pantalón oscuro, una correa de cuero con hebilla de metal, zapato en el pie izquierdo”. Además de las ropas marcadas con las iniciales E. L., se reconocen los restos como los del sacerdote Enrique López Ruiz, cura ecónomo de Nacimiento (Almería), a cuya parroquia de Nuestra Señora de las Angustias dedicó toda su vida ministerial. El reconocimiento de sus restos lo hizo su pariente Domingo Cascales Infante. Su monaguillo, Francisco Martínez Parra, testificó que «en el pueblo era querido por todos porque a todos nos trataba con dedicación y cariño. Era un verdadero apóstol de Jesucristo; nos animaba a vivir la vida cristiana y nos daba siempre ejemplo con su propia vida». Al estallar la Guerra Civil, los mismos milicianos quisieron que se marchara del pueblo porque todos lo querían mucho. Él se negó resueltamente a dejar su parroquia y les dijo: «¿Quién iba entonces a decir misa a esta gente?». Pero a los pocos días le detuvieron en su casa, sin resistencia alguna por su parte. Ya preso, fue enviado a la ciudad de Almería. La noche del treinta de agosto de 1936, en el Astoy-Mendi que había sido convertido en barco-prisión, todos los presbíteros fueron llamados por sus verdugos. Bienvenido Ayala ha contado que, como no fue pronunciado el nombre de Enrique López Ruiz, este «se puso en pie para identificarse también como sacerdote. Mi tío, que estaba junto a él, le tiraba del pantalón para impedir que se levantara, pero el siervo de Dios le decía que él no se negaba; y añadió: “No puedo, Cristo me llama”. Se puso en pie y se entregó voluntariamente al martirio». Tenía treinta y cinco años de edad. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver completo nº 33 con las manos atadas con cuerdas de esparto por detrás, camiseta, camisa con listas negras, americana negra con sus botones, calzoncillos, pantalón, pantalón oscuro, calcetines color canela, una zapatilla blanca con suela de goma”. Este cadáver no lo he podido identificar.
“Otro cadáver nº 34 destrozado, con camisa con sus botones, calzoncillos blancos, pantalón oscuro, una correa con hebilla de metal, calcetines color canela, zapato negro, una gorra de visera”. Este cadáver no lo he podido identificar.

Cadáver de Justo Zariquiegui Mendoza
“A las 17 horas 25 minutos se extrae otro cadáver nº 35 las manos atadas con cuerda de esparto por detrás, con americana oscura y pantalón oscuro”. El director del colegio San Juan Bautista de la Salle, Hilario Cerillo Martínez, reconoció el cadáver nº 35 como el de el hermano Amalio, llamado en el siglo Justo Zariquiegui Mendoza. Era de origen navarro y se le recordaba en el colegio por el cariño con el que trataba a los escolares, especialmente a los más necesitados. Cuando le martirizaron en el pozo de La Lagarta tenía 50 años. Ha sido beatificado el 10 de octubre de 1993.
“Terminados los trabajos en el día de la fecha y hora de 17 y 30 minutos, queda el pozo a una profundidad de 25 metros con cadáveres a la vista”.
“El día 20 de febrero actual [1941] han sido extraídos del pozo denominado La Lagarta de este término municipal, los cadáveres que a continuación se detallan: A la profundidad de 25 metros se extrae un cadáver nº 36 a la hora de las 10,50 minutos con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, cazadora oscura, una correa de cuero con hebilla y un zapato en el pie derecho”. Su esposa, Amalia Ros, reconoce los restos del cadáver nº 36, porque entre sus ropas se encontró la siguiente nota escrita por ella: “Juan pídeme lo que quieras comer. A ver si comes más y manda el termo para llevarte café. Besos de los niños y un fuerte abrazo. Amalia Ros”
“Otro cadáver nº 37 con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto y con camiseta, camisa blanca con sus botones, chaqueta oscura con botones y pantalón claro”. Además de las iniciales J. G., grabadas en sus ropas, los restos del cadáver nº 37 los reconoció su hermano José como los de Juan Góngora López.
“Otro cadáver nº 38 atadas las manos por detrás con cuerda de esparto, con americana negra con sus botones, camisa, pantalón oscuro, dos zapatillas y una cuerda de cáñamo”. Su hermana Antonia reconoció los restos del cadáver nº 38 como los del sacerdote Carmelo Coronel Jiménez. Había sido ordenado sacerdote en 1899. Hombre de gran cultura, en 1906 se licenció en Teología por el seminario de Granada. Además de impartir clases en el Colegio de la Trinidad y en el seminario de Almería, escribió el libro Acción Parroquial mediante el apostolado eucarístico. Asiduo colaborador del diario católico La Independencia, era director de la Hoja Parroquial de Almería. En Gérgal fundó la Casa Social y la Asociación Eucarística de Oración y Trabajo, para atender a los obreros y a los enfermos. Con el mismo fin, fundó en Tabernas el Patronato de Obreros. Desde 1913 fue cura propio de la parroquia de Santiago en Almería. Fue detenido en su casa el diez de agosto de 1936 y sufrió prisión con los beatos obispos de Almería y Guadix. Su sobrina María Álvarez Coronel recordaba que: «Cuando lo sacaron del barco, él era consciente de que lo llevaban al martirio. Camino de Tabernas animaba a sus compañeros, con fe y esperanza en la vida eterna. Lo mataron solo por ser sacerdote». Tenía 60 años cuando le arrojaron al pozo de La Lagarta. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver completo nº 39 con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, con camisa blanca y pantalón oscuro”. Su esposa, Dolores Fernández Rubio, reconoció los restos del cadáver nº 39 como los de Antonio Alcázar López.
“Otro cadáver nº 40 con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, con camiseta fina, pijama, fondo canela y rayas azules y botones grandes de nácar, pantalón de pijama y dos zapatillas suela de goma”. Los restos del cadáver nº 40 corresponden a los del sacerdote Francisco de Haro Martínez. El cadáver fue reconocido por su madre, Beatriz Martínez Cervantes. Ordenado sacerdote en 1912, además de sochantre de la catedral de Almería, fue capellán de las Hermanas de los Ancianos Desamparados y de las Hermanitas de los Pobres. En julio de 1936 fue detenido ante su madre, en su propia casa. Manuel Román recuerda que «fue especialmente molestado en su cautiverio, en la prisión, hasta el martirio, que aceptó heroicamente. Su vida siempre fue de gran dignidad y ejemplaridad sacerdotal. Sencillo, con la austeridad como norma. Su cadáver apareció en el pozo de la Lagarta, presentaba huellas de serias torturas». Cuando fue martirizado tenía 50 años. Fue beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 41 completo, con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, pijama fondo blanco pintas negras con botones oscuros, camiseta fina, pantalón oscuro y calcetines y una cuerda de esparto”. Además de las iniciales P. M., grabadas en sus ropas, su hermano Juan Bautista, reconoce los restos del cadáver nº 41 como los del sacerdote Pedro Martín Abad, primer organista de la catedral de Almería. Fue ordenado sacerdote en 1925, y tres años después fundó la Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Amargura, conocida rápidamente por los almerienses como El Encuentro. Se ocultó en la casa de la familia Bolea al comenzar la Guerra Civil, pero al enterarse de la detención de Diego Ventaja dijo: «Sí han detenido al señor obispo, ¿por qué no me he ido yo también con él?». Al momento abandonó su refugio y fue detenido el 27 de agosto de 1936. Preso en el barco-prisión Astoy-Mendi, fue sometido a terribles torturas. Como se negó a blasfemar, un compañero de cautiverio recuerda que «le sacaban a cubierta para pegarle y le hacían pasar tormentos horrendos, amarrándolo con una cuerda al cuello, subiéndolo y bajándolo por una polea». Enfermo por las torturas, fue martirizado a los 35 años en el pozo de La Lagarta. Junto a su cadáver, salvajemente mutilado, su hermano encontró las medicinas que le había enviado y no le dejaron tomar. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 42 completo con las manos atadas por detrás con cuerda de esparto y camiseta de punto blanca, cinturón de cuero estrecho con hebilla, chaqueta negra y pantalón oscuro”. Además de que en las ropas lleva grabado su nombre, Fray Ramón Ballarín, prior de los dominicos de Almería, reconoció los restos del cadáver nº 42 como los del padre Tomás Morales Morales. Tres días después de estallar la Guerra Civil, el 21 de julio de 1936, los dominicos del colegio de Almería se vieron obligados a abandonar el convento y refugiarse en casas particulares. Fray Tomás Morales Morales se escondió en casa de Teresa de Castro, pero al día siguiente decidió dejar la casa para no comprometer a esta buena mujer. Fue detenido en la calle y acabó en el barco-prisión Astoy-Mendi. El 30 de agosto fue sacado del buque y conducido al martirio. El testigo Martín del Rey narra así los hechos: «De este barco sacaron a los obispos de Guadix y Almería en un amanecer de luz serena con el padre Luque y los padres dominicos Fernando Grund y Tomás Morales. Todos van amarrados. En una montaña junto al mar eligen el lugar del martirio... El padre dominico fray Tomás Morales convencido de que iba a la muerte dijo a sus compañeros: ¡Tened confianza en Dios, que pronto lo veremos! ¡Vamos a ser mártires de Cristo! Todos exclamaron: ¡Viva Cristo Rey! Los verdugos se arrojaron sobre el digno discípulo de Jesucristo; le golpean con las armas, le atan al cuello una soga y lo arrastran hasta la misma Rambla». Su cuerpo queda horriblemente destrozado en el interior del pozo de La Lagarta. Ha sido beatificado el 18 de junio de 2022.
“Otro cadáver nº 43 completo, con las manos atadas con cuerda de esparto por detrás, con camisa blanca marcada en el pecho en azul con las iniciales A. N., pantalón oscuro”. Las ropas marcadas con la iniciales A. N. ayudaron a identificar estos restos como los del sacerdote Ángel Noguera Gallegos. Su ministerio sacerdotal fue muy corto pues fue ordenado sacerdote en 1933. Enviado a la parroquia de Fuente Vaqueros, los exaltados laicistas lo amenazaron con gran violencia. Pero, como recuerda su hermana Antonia «a pesar de todo mi hermano, debido a su carácter alegre y simpaticón, se ganó a los jóvenes jugando a la pelota, se subía la sotana y jugaba un partidillo con ellos para atraerlos hacia el Señor». En 1935 lo trasladan a Alboloduy en 1935. Al estallar la Guerra Civil rechazó las súplicas de su madre para que marchara a Granada. Se refugió en el cortijo de la Simona junto con otros sacerdotes. Fue detenido el seis de agosto y enviado preso a Almería. Su hermana cuenta que «cuando fueron a sacar a los obispos, todos los sacerdotes como una piña se levantaron para marchar con ellos a correr la misma suerte y entre ellos estaba mi hermano, y en plan despectivo el que los sacaba les dijo que no tuvieran pena que “mañana os tocará a vosotros”». Así sucedió, Ángel Noguera Gallegos murió mártir a sus veintisiete años. Ha sido beatificado el 25 de marzo de 2017.
“Otro cadáver nº 44 completo, las manos atadas por detrás con cuerda de esparto, camisa blanca, chaqueta, oscura y pantalón oscuro. Una armadura de gafas de pasta y dos zapatos negros”. Su hermano Laureano reconoció los restos del cadáver nº 44 como los de su hermano Sebastián Godoy Alcázar.
“Terminados los cadáveres a los 25 metros y medio y hora de las 12 se da con una capa de piedras y tierra manchada de sangre, dándose con otra piedra plana de algún peso, cubierta toda ella de sangre y a los 26 metros de profundidad se da en tierra firme quedando terminados los expresados trabajos a la hora de las 14:30. Se hace cargo de los cadáveres reseñados anteriormente el capataz don Manuel Requena Sáez”.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá









