Llevamos meses en que la energía protagoniza miles de conversaciones, desde el más alto nivel hasta el del ciudadano normal y corriente. Sin embargo, hay mucha demagogia y un gran engaño de por medio, porque la solución no es topar el precio del gas en el mercado mayorista de la electricidad (más conocido como ‘pool’), sino cambiar el sistema de fijación de precios.

Es decir, que cada energía aguante su vela y no se pague al precio de la más cara, sino ligeramente por encima de su coste real. Esto último sucedía antes del tope ibérico al precio del gas: así eólica, solar fotovoltaica, hidráulica, nuclear, carbón... se cobraban al precio de la última que entraba en el ‘pool’ (el gas) al ser un mercado marginalista. Esto sería toda una revolución, y además, justa, fue planteada por Naturgy con apoyo de Endesa, pero no gustó nada a Ignacio S. Galán, presidente y CEO de Iberdrola, que estaba cobrando la energía que produce con eólica fotovoltaica y nuclear al mismo precio del gas. Otra opción sería que hubiera dos mercados marginalistas de electricidad: en uno sólo entraría la que genera el gas natural y en otro el resto y podría ponerse un precio fijo.

La energía eólica y la solar fotovoltaica no son baratas (y aún seguimos pagando el elevado déficit de tarifa de ZP), no garantizan el suministro eléctrico, al depender de factores meteorológicos y requieren de mayores cantidades de espacio físico así como de minerales 'críticos'

Hace unos días, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apostaba por “una reforma estructural del mercado eléctrico” ante los elevados precios. Bruselas se mueve entre extender el fracaso del tope ibérico (que está en vigor en España y Portugal) o hacer un cambio de verdad que derrumbaría el proyecto ideológico del cambio climático, pero tristemente parece que la reforma referida por Von der Leyen va más por lo primero y el Gobierno Sánchez presume de su ‘éxito’. Un tema que quizá se trate en la reunión extraordinaria de ministros de Energía de la UE que se celebrará el próximo 9 de septiembre. 

Decimos que el cambio de verdad, el que sería la mejor solución, derrumbaría el proyecto ideológico y la demagogia que abunda en aras de luchar contra el cambio climático porque dejaría ver que las placas solares y los molinos de viento que tanto gustan a la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, no son tan buenas como nos quieren hacer creer. Primero, porque no son una energía barata, sino cara: recuerden que aún seguimos pagando el elevado déficit de tarifa que provocó José Luis Rodríguez Zapatero con sus generosísimas primas (llegó a casi 30.000 millones y había bajado a 12.182 millones en 2021, por lo que aún tardaremos años en liquidarlo, y encima es también una deuda financiera, porque se abonan los intereses). Segundo, porque no garantizan el suministro eléctrico: dependen de factores meteorológicos -el sol y el viento, y la lluvia si se incluye la hidráulica (los embalses españoles están al 35,9% de su capacidad)-, por lo que son “energías renovables desobedientes”, como se las denomina desde Repsol en boca de su presidente, Antonio Brufau; su CEO, Josu Jon Imaz; y hasta el director general de Transición Energética, Tecnología, Institucional y adjunto al CEO, Luis Cabra (este último lo ha hecho este miércoles en el 36 Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones organizado por AMETIC). Y tercero, requieren de mayores cantidades de espacio físico y de minerales críticos que otras energías, como refirió Alfredo García (más conocido en Twitter como Operador Nuclear), divulgador científico y operador y supervisor nuclear. 

En este contexto no se puede obviar que agosto ha sido el mes con el precio medio de la electricidad en el pool más caro de la historia en España: 307,80 euros por megavatio hora (MWh), lo que supone un 19,3% más que en julio, según los datos del Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad (OMIE). Asimismo, este precio es un 190% más caro que el del mismo mes de 2021 (105,99 euros/MWh), un 750% mayor al de agosto de 2020 (36,23 euros/MWh) y un 585% superior al de agosto de 2019 (44,96 euros/MWh). De hecho, este miércoles, el precio medio de la luz se sitúa en 476,39 euros, siendo el segundo más alto de la historia. Por su parte, Facua-Consumidores en Acción ha destacado que el recibo eléctrico para un usuario medio ha alcanzado los 158,26 euros en agosto, lo que representa un incremento del 70% con respecto al del mismo mes de 2021 y el segundo más caro de la historia. 

Sin embargo, no sólo ha fracasado el tope ibérico, sino que el Gobierno ahora se centra en apostar por el ahorro energético... que no abaratará las facturas y se ha aprobado por real decreto ley en el primer pleno del Congreso de los Diputados tras las vacaciones. Al mismo tiempo, siguen sin querer dar la más mínima oportunidad a la energía nuclear más allá del calendario de cierre acordado, la asfixian a impuestos y echan mano de mucha demagogia, a pesar de que proporciona energía barata, que casi no emite CO2, que garantiza el suministro, que no depende de factores meteorológicos y es el mejor complemento de las renovables en la lucha contra el cambio climático y para alcanzar la neutralidad en carbono. Pero ojo, porque hace unas semanas, casi cuatro de cada cinco consumidores no hubieran tenido electricidad en España sin la nuclear y los ciclos combinados de gas, y no se puede olvidar la crisis con Argelia (que, por ahora, no afecta al suministro) ni que estamos comprando mucho gas natural licuado, sobre todo a EEUU, que cuesta el doble que el gas que llega por gasoducto.

Hasta el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ofrece energía barata europa ante el caro gas ruso: la procedente de sus 15 centrales nucleares, aunque la más grande (la de Zaporiyia) ha recibido a una misión de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA, por sus siglas en inglés). Mientras Gazprom ha cortado el suministro del gasoducto Nord Stream 1 por unos días... por labores de mantenimiento, y su CEO, Alexei Miller, ha advertido de que en los mercados del gas "estamos viendo, en el sentido literal de la palabra, un 'rally' de precios". Y se temen cortes y racionamientos: el CEO de Shell, el neerlandés Ben van Beurden, ha señalado que la crisis energética en Europa podría durar varios inviernos e incluir racionamiento.